lunes, 7 de enero de 2013

Corderitos y puerquitos



Había una vez una granja en donde vivían muchos animalitos. El granjero era un buen hombre que se levantaba muy temprano cada mañana, para darles de comer y ocuparse de todas sus necesidades. Era como un padre para ellos.
Un día, una de las ovejas tuvo siete corderitos y ese mismo día, su vecina, la marrana, tuvo nueve marranitos. El granjero estaba muy contento porque había aumentado la familia. Pasó el tiempo y los corderitos y los puerquitos crecían felices y saludables. Se habían hecho amigos y conversaban a través de la barda de madera, que separaba el corral de las ovejas de la porqueriza de los puercos.
Una tarde a uno de los marranitos se le ocurrió invitar a sus amiguitos a jugar en el lodo. Los corderitos aceptaron la invitación y brincaron la barda. Cuando se encontraron del otro lado, los puerquitos los recibieron alborozados y uno a uno, los arrojaban al lodo, muy divertidos, en medio de risas y gritos. Después se echaron al lodo ellos también y se revolcaron contentísimos, sin advertir que los corderitos no lo estaban pasando tan bien como ellos, sino que se sentían incómodos allí, pero no decían nada, por no ofender a sus amiguitos. Entonces la mamá oveja se dio cuenta de la ausencia de sus hijitos y asomando la cabeza por la barda, preguntó: "¿Puerquito, has visto a mis hijos?"...el puerquito no respondió y la oveja repitió la pregunta, entonces se escuchó una vocecita: "Mamá, soy yo, aquí estamos". La oveja puso el grito en el cielo, ¡no había reconocido a sus propios hijos, bajo esa densa y horrible capa de lodo! Uno a uno fueron emergiendo del lodazal, llenos de vergüenza y se fueron derechito a su corral. Mamá oveja estaba muy enojada, pero el granjero al ver a los pequeños en esas fachas, se moría de la risa. Tomó una manguera y un trozo de jabón y les dio a los corderitos un buen baño, hasta que recobraron su aspecto verdadero.
Los puerquitos, que habían estado observando, no se explicaban por qué tanto alboroto, ¿qué tenía de malo el lodo?, ¡era de lo más divertido! Mamá oveja prohibió a sus hijos volver al lodazal y por su parte, los puerquitos, ofendidos, decidieron cortar su amistad con aquella "cursi y aburrida" familia...

Cuando empezamos a caminar en la vida cristiana, descubrimos que hay cosas que ya no disfrutamos como antes, cosas que nos contaminaban y no nos dábamos cuenta. Éramos como puerquitos que nos encantaba revolcarnos en el lodo. Pero después de recibir a Cristo, todo empieza a cambiar. Se nos cae la venda y al fin podemos abrir nuestros ojos espirituales. Ya no deseamos participar en las cosas del mundo que antes nos fascinaban. Vamos perdiendo amistades, quienes, al igual que los puerquitos del cuento, no comprenden nuestro cambio y nos tilda de fanáticos, exagerados, aburridos, ridículos, etc. Pero esto no debe importarnos, lo que realmente importa es que Dios, nuestro Señor, nos sacó de en medio del lodazal de nuestra vida anterior. Pasamos de ser puercos revolcados a ser limpios corderitos delante del Señor, porque hemos sido lavados con la preciosa sangre del Su Hijo Jesucristo.
No aceptemos invitaciones a jugar con lodo como antes. No brinquemos esa barda, no nos pasemos del otro lado. No importa lo que digan los demás, lo único que nos debe importar es la opinión de Dios. Mantengámonos limpios y relucientes para el Señor, agradeciéndole cada día el habernos rescatado de la porqueriza.

"Como bien ustedes saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto"  1 Pedro 1:18-19

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