Por evitarles sufrimientos leves a los hijos, algunos
padres les ocasionan sufrimientos mayores a futuro.
La sobreprotección impide que los hijos vean la vida
tal cual es, para que después sepan a qué se van a enfrentar. Se vuelven
dependientes, temerosos, inseguros. Hay que dejarlos salir del cascarón. Va a
llegar un momento en la vida en que los padres ya no van a estar y los hijos
van a tener que enfrentar la vida solos y ¿cómo, si no fueron preparados?; les
va a costar mucho más. No es malo que los hijos se enteren si hay problemas en
la casa. De acuerdo a su edad, se les puede explicar lo que pasa, no para
asustarlos o preocuparlos, sino para hacerlos sentir parte de ese equipo que se
llama familia y que en las buenas y en las malas ha de estar unido. Cuando la situación anda mal económicamente,
no se les debe de ocultar. Deben saber que no siempre en la vida se tiene lo
que se quiere y que a veces no va muy bien, entonces hay que adaptarse a la
situación. Hay que enseñarles el valor de las cosas, porque hay hijos que están
acostumbrados a pedir y pedir y se acostumbran a que siempre que piden se les
da. Y llegado el momento de una mala racha, cuando no pueden obtener lo que
quieren, como están acostumbrados, hacen berrinche y los padres se afligen.
Esta es una actitud errada. Que se den cuenta de que ellos también deben
cooperar y ser útiles cuando las cosas no van bien en casa. Todas estas cosas,
hasta los más mínimos detalles, son
lecciones de vida para los hijos, es enseñarles a ser parte de la solución,
para que en un futuro sepan qué hacer y cómo hacer, cuando se enfrenten a una
situación difícil solos. No pretendamos ser siempre la gallina que cubre a sus
pollitos. Los pollitos crecen y tienen que salir de debajo de esas alas. Tienen
que aprender a valerse por sí mismos. Dios nos da la misión de criarlos, cuando
son pequeños, pero al crecer, debemos dejarlos tomar sus propias decisiones;
aconsejarlos sí, pero nada más. Siendo ya grandes, ellos son responsables de sus
actos ante Dios y la sociedad. No encerremos a nuestros hijos en una esfera de
cristal, que algún día esa esfera se quebrará y los vidrios rotos caerán sobre
ellos. Es algo que no podremos evitar. No nos tapemos los ojos y no se los
tapemos a nuestros hijos. La vida en este mundo es un jardín de rosas, pero no
porque solo haya belleza, sino porque está llena de espinas, que todos tenemos
que aprender a esquivar.
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