"Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame"
Lucas 9:23
Hay personas que por el
solo hecho de asistir a una iglesia cristiana, se autodenominan cristianos,
pero sus vidas no reflejan el cristianismo en ningún aspecto. Viven una doble
vida: los domingos en la iglesia son una cosa, pero el resto de la semana son otra.
Viven con un pie en la iglesia y el otro, en el mundo. Conozcamos una historia
de tantas:
"Mi nombre es Juan
y asisto a una iglesia evangélica. A los veinte años, un vecino amigo mío, me
invitó a un campamento de verano que organizaba su iglesia. Pensé que sería
algo diferente y acepté, llevado por la curiosidad. Recuerdo que me gustó la
camaradería que reinaba entre los jóvenes de esa iglesia. Eso me hizo sentir
deseos de integrarme. Cuando el último día de campamento hicieron el llamado
para recibir a Cristo, yo pasé adelante, quería cumplir con el
"requisito" para ser parte de esa comunidad.
Comencé a ir a la
iglesia todos los Domingos y participaba en todas las actividades de la liga de
jóvenes, pero seguía saliendo con mis antiguas amistades y frecuentando los
lugares que acostumbrábamos. Para mí no tenía nada de malo una copita el fin de
semana o las cervezas mientras veía el football. Tampoco salir con chicas y
tener relaciones con ellas. Todos mis amigos lo hacían.
Me gustaban los cantos
en la iglesia, pero no estaba de acuerdo en algunas cosas, porque se me hacía
fanatismo. Tomaba del cristianismo, solo lo que me gustaba. Era solo una oruga,
no me había transformado en mariposa, en la nueva criatura que debía ser. No
leía la Biblia, ni dedicaba tiempo a la oración. Pero me llamaba
cristiano...Pensaba que con ir a la iglesia era suficiente, que con dar la
ofrenda de vez en cuando, me libraría del infierno.
Seguí viviendo un
cristianismo falso durante mucho tiempo. Seguí frecuentando lugares mundanos y
participando de las obras de las tinieblas. No admitía que nadie me dijera como
vivir mi vida. No estaba dispuesto a renunciar a las cosas que me gustaba hacer
y que según yo, no tenían nada de malo, porque todo el mundo las hacía. Cuando
el pastor hablaba conmigo, le decía a todo que sí, pero seguía haciendo lo que
me venía en gana. Seguía viviendo una doble vida, seguía siendo una fea oruga.
Un día, en un concierto
de música cristiana, un predicador habló con palabras que me estremecieron. Lo
hizo con mucha autoridad y convicción. Parecía que me estaba hablando a mí y
sacaba todos mis "trapitos al sol". El habló de Judas, de cómo, a
pesar de que formaba parte del grupo de discípulos de Jesús y andaba con él
para todos lados, nunca fue un seguidor auténtico de Cristo. Siguió amando el
mundo y lo que este le ofrecía, como muchos cristianos de hoy en día, dijo, que
asisten a sus iglesias y se dicen cristianos, pero sus vidas son como la de
Judas, una farsa del cristianismo...Judas andaba con Jesús por conveniencia,
tal vez porque en el grupo había encontrado buenos amigos y nada más. Pero
terminó siendo un traidor. Nunca fue un seguidor de Jesús auténtico y nunca fue
salvo. Al escuchar esto, me vino una sensación de temor tremenda y reconocí que
yo no estaba seguro de mi salvación...
¿Eres un auténtico
seguidor de Cristo o un Judas?, preguntó el predicador y sentí una estocada
directa al corazón. Nunca se me hubiera ocurrido verlo de esa manera.... ¿Sigues
los pasos de Jesús o de quien lo entregó?, prosiguió...otra estocada al
corazón. ¿A quién podía engañar yo? En esos momentos reconocía que yo no era
mejor que Judas, era un hipócrita traidor igual que él. Le había dado la
espalda a Jesús, le había prometido un día entregarle mi vida y no había
cumplido, a pesar de que él sí había dado la suya por mí. Me sentí cucaracha.
Ese día por fin se produjo la metamorfosis. El Espíritu Santo me reargüía a
través de las palabras de aquel hombre de Dios y cuando hizo el llamado para
recibir a Cristo, fui el primero que corrió al frente. Esta vez sí sabía lo que
estaba haciendo. Esta vez sí era un acto sincero. Esta vez sí pronunciaría una
oración de arrepentimiento auténtica, que me salía del corazón. Ya no quería
seguir siendo un falso cristiano. No me avergoncé de que me vieran llorar y
temblar de pies a cabeza y le entregué mi vida a mi Señor. Después de eso sentí
una paz que nunca había sentido y comprendí que Dios me había perdonado. Mis
alas, que habían estado aprisionadas por el pecado, se desplegaron y me convertí
en mariposa, en una nueva criatura en el Señor. Ahora soy un verdadero hijo de
Dios."
¿Eres tú una oruga o
una mariposa? ¿Eres un cristiano de domingo o un cristiano auténtico? ¿Refleja
tu conducta a un verdadero hijo de Dios?...Jesús no padeció en la cruz solo
para que nosotros cumpliéramos un rito dominical. El dio su propia vida para
que nosotros salváramos la nuestra. Tenemos que aquilatarlo, tenemos que
discernir el significado tan tremendamente importante de su sacrificio. Si no
lo hemos hecho, somos aun orugas que no hemos experimentado el verdadero nuevo
nacimiento. Debemos definirnos, no podemos servir a dos señores. Si nos decimos
cristianos, debemos conducirnos como cristianos. Nuestro testimonio es muy
importante, pues si nuestro comportamiento no es el de un cristiano auténtico,
provocaremos al desánimo a los que recién empiezan en el camino del Señor y
dejaremos mal a toda nuestra congregación y al cristianismo en general. A la
gente le encanta encontrar fallas y tener motivo para criticar.
Ninguna experiencia que
el mundo pueda ofrecernos, se puede comparar a la de sentir a Dios en nuestra
vida y llevar una relación diaria con él. Rompamos con todo aquello que nos
separa de Dios. Rompamos el capullo y soltemos nuestras alas. Jesús vino a liberarnos,
no tenemos por qué seguir siendo orugas.
"Acercaos a Dios,
y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de
doble ánimo, purificad vuestros corazones"
Santiago 4:8
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