miércoles, 6 de abril de 2016

DE MUJERES Y DE PLANTAS


A la mayoría de las mujeres nos gustan las plantas y las flores, tenerlas en casa para alegrar el ambiente es una costumbre muy sana y además decorativa. Las mujeres podríamos compararnos con las plantas en algunos aspectos: las mujeres necesitamos cuidados, las plantas también, las mujeres somos un instrumento para dar vida, las plantas generan nuevas vidas. Las mujeres somos delicadas y frágiles, las plantas igualmente lo son.
La belleza está asociada al género femenino, como también está asociada a las plantas y a las flores, como parte de una naturaleza maravillosa en toda su extensión. Hay muchas similitudes entre las mujeres y las plantas, pero también hay algunas semejanzas trágicamente negativas, como por ejemplo, que las plantas son consideradas un objeto de ornato y lamentablemente algunas mujeres también, con la diferencia de que las plantas no tienen voluntad propia, pero las mujeres sí.
Hay diversos motivos por los que una mujer se rebaja voluntariamente a la categoría de una planta de ornato, pero el que impera en un 99% es el dinero. Qué triste es ver a una mujer que exhibe su cuerpo por dinero, apoyada por una sociedad que dice: ¡Haz lo que tú quieras, sácale provecho a lo que tienes, fuera los prejuicios, todo está permitido, el fin justifica los medios! En este mundo actual ya no existen culpas ni vergüenza. Es un mundo de apariencias donde no importa si para destacar en la sociedad, se tenga que utilizar a otro ser humano como objeto decorativo o convertirse uno mismo en ello. Pero todo esto sucede porque las mismas mujeres lo permiten y algunas hasta lo propician.
Dios otorgó belleza a la mujer para atraer a su esposo, para que él encontrara deleite estando cerca de ella. La belleza femenina no es un arma, como muchas mujeres piensan, es un regalo de Dios que hay que agradecer y cuidar, pero lo que muchas mujeres han olvidado es que hay otro tipo de belleza que es más valiosa, más importante y que hay que cuidar más aún que la belleza física y ésta es la belleza del alma, la belleza que realmente vale para Dios. Ésta es la belleza que perdura, la belleza física es efímera como las hojas de una planta que caen cada año y dejan las ramas desnudas.
Una planta pierde sus hojas cada año, pero la savia sigue manteniéndola viva, hasta que llega la primavera donde la planta recupera su belleza porque Dios la vuelve a vestir con nuevas hojas y flores. Hay mujeres que se sienten vencidas, derrotadas, arrepentidas de su vida pasada, sin ilusiones porque además han perdido su belleza. Son como una planta que ha perdido todas sus hojas, pero sin esperanza de recuperarlas. Estas mujeres se visten de amargura y soledad. Pero hay esperanza para estas mujeres a quienes después de haber sacado provecho, la sociedad rechaza, porque para Dios no hay acepción de personas. Por ellas también murió Cristo. Hay esperanza de una nueva vida, una vida plena y feliz. Porque al entregar su vida a Cristo y permitir que Él la renueve, que la vista de nuevas esperanzas, ella renacerá y su vida pasada quedará atrás y olvidada para Dios. No hay pecado tan grande que Dios no pueda perdonar, excepto que se rechace a Su Hijo.
Mujer, no importa lo que viviste en el pasado, cuando recibes a Cristo en tu vida y se la entregas de todo corazón, ese pasado es borrado, son perdonados tus pecados y comienzas a vivir una nueva vida, como una nueva criatura, como una plantita llena de retoños y renovada belleza.


De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! 2 Corintios 5:17 RVC


Angélica García Sch.

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