miércoles, 6 de abril de 2016

EL MOMENTO OPORTUNO


Hace muchos años mi madre me contaba que cuando era niña, había conocido a un poeta que más tarde fue muy famoso en todo el mundo. En esos tiempos era un desconocido, pero ya creaba sus primeros versos de amor, mismos que dedicaba a una jovencita de rubias trenzas que no le prestaba la menor atención. Esta jovencita, de la cual mi madre no recordaba su nombre y que apodamos “Trenzas rubias”, era amiga de su hermana mayor, es decir de mi tía, y andaban juntas la mayor parte del tiempo. Mi tía le contaba a la familia, con lujo de detalles, las andanzas del enamorado de su amiga, cuando éste las seguía desde lejos y de repente se acercaba para hablarle en versos o para entregárselos en notitas escritas de su puño y letra, que si hoy en día existieran ¡valdrían un dineral! En fin, la cuestión es que a esta chica no le causaba ninguna emoción ser la elegida del corazón del imberbe poeta y cada vez que lo veían acercarse cuando paseaban por las calles de su pueblo sureño, le decía a mi tía que huyeran lejos de él, para después burlarse descaradamente del pobre muchacho y criticarle por todo.
El joven poeta nunca tuvo éxito con la reacia muchachita que fue su musa durante sus años adolescentes. Por más que se esforzara y le dedicara los más bellos versos a sus trenzas rubias, nunca logró la aprobación de la doncella, motivo de sus ilusiones juveniles. Años más tarde él se fue del pueblo y jamás se volvieron a ver. Pasó el tiempo y aquel poeta principiante de pueblo, se convirtió en un poeta de renombre mundial, al grado de llegar a ser premio nobel de literatura. Siempre nos preguntamos qué pensaría “Trenzas rubias” al enterarse del éxito apoteósico de su ex enamorado platónico. ¿Se arrepentiría de su rechazo? Nunca lo supimos, porque mi madre y su familia también emigraron y las amigas perdieron la comunicación. Mamá siempre contaba este capítulo de su vida a familiares y amigos, orgullosa de haber conocido en persona a tan famoso personaje y en unas circunstancias que sus biografías no mencionan, así que ella lo contaba como una gran exclusividad.

Cuántas personas hay que rechazan a otras sin saber lo valiosas que son. Nos dejamos guiar por las apariencias externas respecto a los demás y en estos tiempos en que vivimos, esto se ha acentuado más y más. En nuestras relaciones con los demás debemos ver hacia el interior de las personas, olvidándonos de su exterior. Aprender a ver más allá de lo que ven nuestros ojos físicos es una verdadera virtud.
Pero existe una situación que atañe a muchas personas en el mundo, a hombres y mujeres que optan por rechazar lo mejor que podrían elegir para su vida y ellos son quienes rechazan a Dios. Buscan alejarse de Él lo más posible, no quieren saber nada de Él, le repudian, se burlan de todo lo que tenga que ver con Él y hasta tratan de probar a los demás su “no existencia”, con conclusiones absurdas. Estas personas son como “Trenzas rubias”, que nunca reconoció la valía del joven poeta, sin saber que estaba rechazando a uno de los más grandes personajes de su país e incluso del mundo entero. Seguramente al enterarse, debe haberse sorprendido y reflexionado, quizá se hubo arrepentido de su proceder y su trato para con él, pero de todos modos era ya muy tarde para rectificar. El tiempo y la distancia habían acabado con toda posibilidad de reencuentro. Pero cuando se trata de la relación de una persona con Dios, no hay barreras infranqueables, si esta persona desea realmente acercarse a Él, a pesar de haberlo rechazado anteriormente. Qué mejor ejemplo tenemos de esto que el del apóstol Pablo, que después de haber rechazado a Jesús y haber hasta asesinado a muchos de sus seguidores, cayó postrado a sus pies y fue uno de sus más grandes embajadores de la verdad. Así que si usted, que se encuentra en estos momentos leyendo esta historia, ha sido un hombre o una mujer que ha renegado de Dios y que por fin ha abierto sus ojos y ha reconocido la necesidad que tiene de Él, no espere más, no deje pasar el tiempo, búsquelo y lo encontrará. Es la más grande oportunidad para su vida, no lo reconozca cuando ya sea demasiado tarde. Hoy es el tiempo, hoy es el día.

 Porque él dice: En el momento oportuno te escuché; en el día de salvación te ayudé. Y éste es el momento oportuno; éste es el día de salvación.” (2 Corintios 6:2 RVC)
Angélica García Sch.


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