miércoles, 6 de abril de 2016

UN DÍA DE CAMPO, ADÁN Y EVA Y... OTRAS COSAS


Eran las once de la  mañana de ese domingo de mayo. Un sol radiante se dibujaba en el cielo y una brisa fresca acariciaba el panorama. La familia Cárdenas había planeado ir de día de campo después de la iglesia y el día estaba ideal. Terminando el culto, se dirigieron a la puerta del pequeño templo, se despidieron del pastor y de los demás hermanos y partieron felices y contentos.
En el camino, los tres niños de la familia amenizaban el viaje, cantando y haciendo bromas. El automóvil se desplazaba suavemente por el sendero bordeado de árboles, que formaban una especie de túnel de ramas y hojas sobre el vehículo, proporcionando una sombra acogedora. El lugar que habían escogido para el día de campo, estaba junto a un pequeño río, era un lugar muy hermoso y apacible, que invitaba al deleite, a la contemplación, lleno de árboles y flores, pero a los niños no les parecía eso de ninguna manera, porque cuando llegaron, se bajaron del auto e inmediatamente empezaron a corretear y a chapotear en el río muy divertidos.
-       Fue una buena idea traerles los trajes de baño- dijo Eugenia, la madre- la vez pasada llegaron a casa con toda la ropa mojada.
-       Sí, es imposible prohibirles que se metan al agua, si hasta a mí me dan ganas de chapotear- dijo riendo Simón, el padre.
-       Es un agua muy cristalina y fresca, qué limpia está, también el prado, las flores, todo se ve tan lindo, tan limpio, como que casi no ha sido tocado por pie humano. Se nota que este lugar está alejado de todo y que casi nadie lo conoce, así se mantiene tal como Dios lo hizo.
-       Así es, como Dios lo hizo, bello y limpio. Así también nos hizo a nosotros Eugenia, pero… ya conoces la historia…
-       Es verdad, todo lo hizo bien en su tiempo, pero el hombre donde pone su mano o su pie, lo echa todo a perder. Pero gracias a Dios que existen todavía lugares así para poder disfrutar de su maravillosa naturaleza.
-       Fue una casualidad encontrarlo aquella vez que nos perdimos, gracias a eso lo descubrimos y hemos podido venir a disfrutarlo unas cuantas veces.
-       Yo no creo que fuese una casualidad esposo mío. El Señor nos trajo aquella vez, Él nos guio hasta aquí, porque quería regalarnos este lugar para que lo disfrutáramos nosotros que somos sus hijos.
-       ¡Oh, si ha sido así, entonces es un regalo invaluable!
-       Y lo es. Me imagino que así fue el Edén de hermoso, qué gran disparate cometieron Adán y Eva al ceder a la tentación, ¿no pensaron en lo que podrían perder? ¡Lo tenían todo! Un lugar como éste que les brindaba toda clase de frutos para comer, un paisaje hermoso, no sufrían de frío ni de calor…
-       Sí mi reina, pero lo principal era que estaban cerca de Dios y podían hablar con Él, convivir con él, ¡imagínate! ¡qué gran privilegio! Eso era lo más importante.
-       Es verdad, esa fue la principal pérdida, la ruptura de su relación con Dios, la que heredó toda la humanidad. Pero gracias a Él por su misericordia, pues envió a Su Hijo para restablecer esa relación…
-       Mira todo lo que nos inspira decir un paisaje como éste.
-       Sí, esta paz y esta belleza no pueden más que recordarnos la obra perfecta del Creador, que a pesar de nuestra infidelidad, nos da todo lo que necesitamos y más.
-       ¡Alabado sea! ¡Gracias Señor por todas tus maravillas!- pero yo ya tengo hambre esposa mía, ¿no quieres sacar lo que preparaste de la canasta?
-       ¡Jajaja!, ¡tu estómago estorba a la reflexión marido mío! Está bien, llama a los niños- Eugenia puso el mantel sobre el pasto y empezó a acomodar platos y vasos y la exquisita comida que había preparado.
-       ¡Tengo mucha hambreee!- Llegó gritando Miguelito, seguido por su hermano David y Sarah, la más pequeña. Se sentaron todos juntos, dieron gracias por los alimentos y se dispusieron a disfrutar de la comida.
La madre había llevado fruta de postre, a David y  Sarah les gustaban mucho las uvas, así que se adueñaron de sendos racimos. A Miguel le agradaban más los duraznos y empezó a dar cuenta de uno grande y jugoso. De repente dijo:
-       Mamá, papá, ¿qué fruta era la que comieron Adán y Eva?, ¿era una manzana?
-       No Miguelito, la Biblia no especifica qué fruta era, en realidad eso no tiene importancia- respondió el padre.
-       Toda la gente dice que era una manzana, ¿por qué si la Biblia no lo dice?
-       La gente inventa muchas cosas hijo. A veces una persona dice algo que a ella le parece y otra lo repite y otra hace lo mismo y así se van formando los dichos, basados en afirmaciones que no son reales, sino que puras especulaciones de la gente.
-       Sí, se hace una cadena, ¡como el juego del teléfono descompuesto!
-       Así es hijo, exactamente.
-       ¿Y por qué dices que no tiene importancia la clase de fruta que era la que comieron Adán y Eva?
-       Porque así es Miguelito, lo importante es que era un fruto prohibido por Dios y ellos no le obedecieron, por eso tuvieron que irse del paraíso.
-       ¿Solo por comerse una fruta?
-       No, por el significado de comerse esa fruta. Significaba que ellos no habían obedecido a Dios, sino a la serpiente, que era el diablo disfrazado y por esto perdieron el derecho de permanecer en el Edén junto a Dios, porque se habían convertido en pecadores y Dios no puede convivir con el pecado.
-       ¡Ahh! Mami a veces nos prohíbe comer galletas antes de comer, entonces sí lo hacemos ¿nos echarán de la casa? – dijo el niño muy serio.
-       No Miguelito, cómo puedes pensar eso, no es lo mismo.
-       ¡Ya lo sé! ¡Jajaja! Solo estaba bromeando- entonces el padre se puso de pie y fingió que iba a atrapar al niño, Miguel también se puso de pie y comenzó a correr riendo y brincando, los otros niños hicieron lo mismo y padre e hijos corrieron por el prado riendo y persiguiéndose unos a otros. Eugenia los contemplaba divertida y por dentro daba gracias a Dios por tener una familia tan hermosa.
Fue una tarde inolvidable, pero había que volver a casa, el sol ya empezaba a ocultarse y se dispusieron a guardar todo. Allí se quedarían las risas de los niños brincando por las colinas y las huellas de sus piececitos marcadas en la arena del río. También quedarían flotando en el aire las reflexiones de aquellos padres, que en armoniosa charla recordaban el principio de la vida.

Los mejores momentos son los pasados en familia, en armonía, y sana diversión. Agradezcamos a Dios por cada uno de esos momentos.

Angélica García Sch.


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