¿Cuántas
veces, al estar pasando por una racha de malos acontecimientos, preguntamos a
Dios por qué, por qué a mí?. Al Señor no le agradan los porqués. El preguntarle
por qué nos pasa lo que nos pasa, es quejarnos y lamentarnos delante de El, es
falta de confianza en El, ya que como cristianos sabemos que todas las cosas
que nos sucedan, ayudarán a bien (v. Romanos 8:28). Lo que debemos hacer,
cuando las cosas no van bien, es preguntarle ¿Qué me quieres enseñar, Señor,
con ésto? y esperar la respuesta en actitud de humildad, no de queja. El
responderá siempre y cuando lo busquemos con un corazón contrito y en humildad.
El quiere sentirse partícipe de nuestras aflicciones, quiere que dependamos de
El y acudamos a El como un Padre amoroso que nos dará consuelo y a la vez, nos
dará una enseñanza como consecuencia de lo que nos aqueje.
Cuando
todo nos sale mal, debemos preguntarle a nuestro Padre: ¿Qué estoy haciendo que
no debería estar haciendo?, ¿Dónde está mi error? y no decirle ¿por qué
permitiste que me sucediera ésto?. Igualmente, preguntarle:¿Qué no estoy
haciendo que sí debería hacer?.
Quizá
estemos cometiendo pecado de omisión, por eso las cosas no salen bien. Por
último si la respuesta no viene, la pregunta clave es: ¿qué haría el Señor si
estuviera en mi misma situación?. Si conocemos bien a Dios, sabremos la
respuesta a esta pregunta.
No hay
que cuestionar a Dios ante los altibajos de la vida, debemos de cuestionarnos a
nosotros mismos, porque con seguridad lo que nos ocurre es consecuencia de
nuestros mismos actos y decisiones erróneas.. Dios nunca se equivoca, El no es
quien hace que nos vaya mal, nosotros somos los que nos equivocamos. El permite
que sucedan cosas malas, pero no porque no le interesemos. El nos da la
oportunidad de recurrir a El para ser nuestro aliado y estar con nosotros en
nuestras tribulaciones. Aprendamos a esperar en El, sin quejarnos y sin
acribillarlo de por qués, sino simplemente, con la conciencia y el corazón
convencidos de que El sabe por qué lo permitió. Los por qués y las quejas no
nos darán paz, sino al contrario, nos traerán más inquietud, así que si
queremos que todo vuelva a la calma, esperemos con calma. A su tiempo, El nos
mostrará cuál era el propósito de que pasáramos por esa situación.
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