miércoles, 6 de abril de 2016

EL REGALO FAVORITO (Cuento navideño)


Oscar era el hijo menor de la familia Padua, el pequeño estaba a punto de cumplir los ocho años justamente el 24 de Diciembre. Siempre había dicho que debía recibir regalo doble en Navidad, uno por su cumpleaños y el otro por el cumpleaños de Jesús. Sin embargo, ese año, Oscar quería un solo regalo, porque era lo que más quería con toda su alma: un perrito. Pero no quería un perrito comprado en una tienda, había dicho a sus padres que quería un perrito rescatado de la calle, uno que no hubiera conocido un hogar, uno que no tuviera donde dormir y que tuviera tanta falta de amor que cuando viera todo el que él le quería dar, brincara de alegría y felicidad.
-       Pero en la tienda de mascotas hay perritos muy bonitos y finos que te podemos comprar, hijito- Había dicho su padre.
-       No, yo quiero uno de la calle, de esos que nadie quiere, porque ellos sí necesitan una casa donde vivir y necesitan quien los quiera. Los perritos que venden en las tiendas serán muy bonitos, pero yo les aseguro que el mío también lo será, se pondrá muy bonito de tanto amor que yo le daré. Se los prometo.
El padre de Oscar dudaba, pero finalmente accedió y en víspera de Navidad se fue con su esposa a buscar al afortunado animalito que sería el doble regalo para su hijo. Recorrieron algunas calles y no fue difícil encontrarlo, estaba registrando algunas bolsas de basura, desesperado, hambriento… Su pelaje color miel estaba gris por la tierra acumulada, su pelo, relativamente largo, estaba enredado, desaliñado… era de esperarse. Se miraron el uno al otro, era obvio que no acababan de decidirse, el animalito posiblemente tenía bichos, estaba tan sucio, ¿cómo iban a regalarle algo así a su hijo? Pero él estaba tan empecinado en su deseo, que por fin pusieron manos a la obra. Era un cachorro todavía, el señor Padua se acercó y le habló suavemente, el animalito lo miró con ojos tristes, pero sin miedo. En realidad era muy joven, un perro de más edad y experiencia hubiera huido, este cachorro aún no conocía la crueldad humana, era confiado como un niño inocente. Entonces el padre de Oscar se acercó aún más hasta poder tocarlo, le hizo un par de caricias en la cabeza y el perrito movió la cola.
El papá de Oscar llevó al perrito a la clínica veterinaria para que le dieran un buen baño, le cortaran y arreglaran el pelo y le eliminaran todos los bichos que pudiera tener. Había comprado un gran moño azul para ponerle al perrito y convertirlo en un regalo. Más tarde, cuando se lo entregaron en la clínica, no lo reconoció. Le estaban entregando un lindo y reluciente cachorrito color miel, que al verlo se puso loco de contento. El señor Padua se emocionó, ¿cómo pudo reconocerlo aquel animalito si apenas lo había visto unos instantes? ¿Cómo podía estar tan agradecido? El médico veterinario le dijo:
-       Los animalitos que son recogidos de la calle son los más agradecidos mi amigo. Usted ha hecho bien, es mejor recoger animalitos sin hogar que comprar alguno para incrementar las ganancias de los que comercian con ellos. Yo creo que los animales se merecen un respeto. Estoy seguro de que éste será el mejor regalo de Navidad que podrá hacerle a su hijo.
-       Estoy seguro que sí- respondió el señor Padua y se fue con el pequeño suave, perfumado y ya miembro de la familia, en sus brazos.
Esa nochebuena, el arbolito de Navidad relucía con sus luces de colores en la casa de la familia Padua. Los niños estaban ansiosos por abrir sus regalos. Oscar estaba triste, había registrado toda la casa y no había encontrado ningún perrito escondido por ahí y tampoco había escuchado ningún ladrido. Seguramente sus papás no habían querido hacerle ese regalo que tanto deseaba. Sus hermanos ya habían abierto sus regalos y estaban felices y contentos, pero él se sentía decepcionado. Había una sola caja para él y no parecía en absoluto que tuviese un perro adentro. De repente vio que la caja se movía un poco y el corazón le dio un brinco… ¿o se lo había imaginado?
-       ¿No vas a abrir tu regalo, hijito?- preguntó la mamá- Oscar la miró, esperando adivinar en su mirada si su regalo era ese que tanto anhelaba.
Pero no lo sabría hasta que lo abriera, así que se armó de valor y se dispuso a abrirlo. Su corazón empezó a latir más fuerte al darse cuenta de que la caja se estremecía, ¡seguro que había algo vivo adentro!
El primer encuentro entre Oscar y su perrito fue histórico para la familia. Nunca lo habían visto tan feliz. Sus hermanos también estaban contentos, pero Oscar aclaró:
-       ¡Benjamín es mío y solo mío!
-       ¿Benjamín? – exclamaron todos al unísono.
-       Sí, porque será el más pequeño de la familia, por eso le he puesto ese nombre.

Oscar tiene ahora 35 años y su propia familia, una esposa y tres pequeños. Es 24 de Diciembre y él siempre recuerda esa Navidad especial en que recibió a Benjamín. Sus hijos siempre le piden que cuente la historia de Benjamín y su vida con él, sobre todo en esas fechas. Es que Benjamín fue su mayor ilusión de la niñez y el mejor compañero de juegos y de vida. Si un amigo le había demostrado un amor tan incondicional, ese había sido Benjamín. Lo había acompañado durante catorce años de su vida, siempre a su lado, siempre fiel. Qué de aventuras habían corrido juntos en su infancia y cuántas veces lo había esperado junto a la puerta, cuando Oscar ya iba a paseos y reuniones juveniles. En esa edad en que los adolescentes se sienten incomprendidos, Benjamín estaba siempre junto a Oscar, mirándolo con sus ojos llenos de amor, callada y ceremoniosamente. Benjamín le daba un toque de complacencia a cualquier momento ingrato.
Cada Navidad en casa de Oscar, al poner la estrella en el pino navideño, se pone también una foto de Benjamín, en recuerdo de aquella Navidad, cuando al cumplir los ocho años, recibió el mejor regalo que jamás había recibido en su niñez.
Hay cosas simples y quizá sin importancia para los adultos, pero que para los niños tiene un gran significado y no olvidan jamás. Cada uno de nosotros tiene algún recuerdo de algún regalo en especial, algo que jamás olvidará. Para Oscar no ha habido mejor regalo que aquel que recibió al cumplir los ocho años y que no fue un simple juguete, algo material y sin vida, sino que fue un regalo con vida y sentimientos, su querido y recordado Benjamín.

Para los cristianos, el regalo que supera a cualquier regalo favorito de nuestra infancia, el más importante e inmerecido de toda nuestra vida es el de la salvación de nuestra alma, dada por gracia por aquel que tomó la forma de hombre, naciendo en un humilde pesebre y que después de haber llevado una vida limpia y sin pecado, fue crucificado como un criminal para pagar por los pecados de toda la humanidad. Este es un regalo imperecedero, eterno y único que nadie más nos puede dar. Por eso, cada vez que se celebra su nacimiento, aunque no haya sido en la fecha en que el mundo lo celebra, nos unimos al festejo porque el festejado es lo que importa y merece toda nuestra alabanza, toda la gloria y todo el honor, a Jesucristo, nuestro Señor.

Angélica García Sch.


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