Hay temas que para el
mundo no representan ningún dilema, pero los cristianos debemos consultar
primero con Dios. El tema de los anticonceptivos es uno de ellos. ¿Pueden las
mujeres cristianas hacer uso de ellos?, ¿estará permitido o será antibíblico?
La facultad de procrear
es un don de Dios. Dios instituyó el matrimonio y encomendó al hombre la misión
de crecer y multiplicarse (Génesis 1:28). La Biblia dice que: los hijos son
herencia de Dios (Salmo 127:3-5). Los hijos son bendición de Dios (Lucas 1:42).
Los hijos son un regalo de Dios (Génesis 4:1 y 33:5). Los hijos son corona de
la vejez (Proverbios 17:6). Dios es quien forma los hijos en el vientre de la
mujer (Salmo 139: 13-16). Dios conoce a los hijos desde antes de que nazcan
(Jeremías 1:15 y Gálatas 1:15)
Dios está estrechamente
involucrado desde la concepción hasta el nacimiento de un niño. El mundo no está consciente de esto. La ciencia no
toma en cuenta a Dios para tomar decisiones, por lo tanto ha inventado
diferentes métodos para deshacerse de un hijo no deseado. Desde evitar su
concepción, hasta eliminarlo si ésta ya sucedió.
La mujer cristiana debe
ver a los hijos como Dios los ve, no como el mundo los ve. La Biblia no habla
de anticonceptivos, no existían en aquel tiempo, pero sí nos cuenta un caso con
relación a esto: el de Tamar. Ella quedó viuda y sin hijos y se tuvo que casar
con el hermano de su difunto esposo, Onán, como era la costumbre. Onán era un
hombre egoísta y no quería compartir su herencia con un descendiente de Tamar
en favor de su hermano muerto, así que tenía relaciones con ella, pero evitaba
dejarla embarazada, practicando el método antiguo de control natal. Esto
desagradó a Dios y le quitó la vida a Onán, porque sus motivos eran egoístas,
usaba a Tamar para su propio placer y nada más, rehuyendo su deber de procrear
un heredero por su hermano muerto. Este pasaje nos muestra que Dios no aprueba
el control natal en circunstancias egoístas. Obviamente, tampoco fuera del matrimonio, puesto que para empezar
ni siquiera están aceptadas las relaciones íntimas en esas circunstancias y los
hijos no son deseados. No fue la acción
en sí lo que llevó a Dios a aniquilar a Onán, sino los motivos egoístas que lo
llevaron a cometerla.
El uso de
anticonceptivos en el mundo, generalmente tiene motivos egoístas: cuando los
hijos significan un estorbo, una carga, un obstáculo para las carreras
profesionales de las personas, etc. No se puede juzgar la anticoncepción en sí
misma, es la motivación que hay detrás de la anticoncepción, lo que determina
si está bien o está mal. Si una pareja quiere retardar la venida de los hijos,
hasta alcanzar una situación en que les podrán dar lo que necesiten o si no se
consideran con la suficiente madurez como para criar un hijo y prefieren
esperar, puede ser aceptable un método anticonceptivo por un tiempo. Pero es
inaceptable para Dios que una pareja que se case no desee tener hijos en lo
absoluto. El instituyó el matrimonio con esa finalidad.
En el matrimonio, la
pareja debe buscar conocer la voluntad de Dios para tomar sus decisiones y los
hijos es un asunto que le concierne a Dios especialmente. Deben buscar Su guía
en todos los aspectos de su vida matrimonial. La mujer tiene la responsabilidad
de buscar un método anticonceptivo que no vaya a significar en daño a su salud
y que no vaya a ir en contra de la voluntad de Dios. La famosa píldora del día
después, no es en absoluto aceptable. Si la concepción ya se realizó, hay un
ser en su primer día de desarrollo dentro de ella y por muy diminuto que sea,
se debe respetar esa futura vida, porque Dios ya toma parte en ella. La píldora
del día después no es un anticonceptivo, es un método abortivo. La mujer no
puede decidir sobre la vida del ser que se forma dentro de ella, esa vida le
pertenece a Dios. La mujer cristiana no debe dejarse llevar por argumentos del mundo, pues el mundo ya sabemos por quién
está gobernado y siempre presentará resistencia a lo establecido por Dios.
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