Ese
día era el cumpleaños de Rodrigo. Cumplía diecisiete años. El acontecimiento
debía ser motivo de alegría, sin embargo, Rodrigo estaba triste. Vivía a todo
lujo, sus padres eran muy ricos, no le
faltaba nada en lo material, pero no era feliz.
Su padre siempre andaba de viaje de negocios y su madre, tenía una vida social
muy activa, que no le dejaba tiempo para dedicárselo a él. Así había sido,
desde que era un niño. Ese día ellos estarían muy ocupados en las instalaciones
de su nueva empresa. Solo le habían dejado un sobre, en donde estaba su regalo
de cumpleaños, sobre la mesita de centro de la sala. Dentro, había mucho dinero
para que se comprara lo que quisiera. Lo dejó ahí mismo y se sentó a
esperarlos, para agradecerles tan espléndido regalo. Pero lo que más deseaba en
esos momentos, era una sola cosa: un simple abrazo de cumpleaños. Nunca
entendió por qué siempre gastaban tanto en comprarle cosas, ¿no entendían que
lo que más necesitaba era su presencia, su cercanía, sus caricias, cosas que no
les hubieran costado ni un centavo?
A medida que pasaban las horas y ellos no llegaban, su tristeza aumentaba y su
mente iba llenándose de pensamientos negativos. Durante toda su vida trató de
llamar la atención de sus padres, sin resultado. Pensó que no le quedaba más
que una cosa por hacer. Sería algo que por fin haría que sus padres lo tomaran
en cuenta. Subió a su habitación y cerró la puerta.
Horas más tarde, ya de mañana, en la casa de Rodrigo reinaba el caos. Gente de
la servidumbre corría de un lado a otro. Empezaron a llegar patrullas y también
una ambulancia. Pronto, el lugar se llenó de policías, que se pusieron a hacer
preguntas. En la planta alta, Rodrigo yacía a los pies de su cama, cubierto con
una sábana, la cual se había manchado de rojo, al igual que la alfombra. Su
mano derecha había quedado descubierta y en ella tenía aun la navaja con la que
cortó sus venas..." ¿Por qué lo haría? ¡Se lo dábamos todo, no le hacía
falta nada!"- declararon los padres a la policía. No podían comprender lo
que había hecho su hijo. Así fue que, Rodrigo logró por fin, llamar su
atención. Estaban allí, junto a él, aunque ya no pudiera verlos. Uno de los
policías entregó un sobre al padre del muchacho, diciéndole que lo habían encontrado
en su bolsillo y estaba dirigido a él y su esposa. El papel decía:
"Mamá, papá, ayer fue mi cumpleaños y los esperé toda la noche, pero no
llegaron. Gracias por el auto, pero ya no lo necesitaré. Lo único que yo
necesitaba, era un abrazo de ustedes, por mis dieciocho. ¡Muero por un abrazo
de mis padres, desde hace tanto tiempo! No me quedaba otra cosa, que hacer
realidad estas palabras para que me creyeran. Mamá, papá, les quiero pedir
algo: ¿podrían darme un abrazo antes de que me entierren, por favor?...Su hijo
Rodrigo, que siempre los amó"
Lo
más valioso que se les puede dar a los hijos es el amor, la compañía, el
interés por parte de los padres. Hay millones de niños, en todo el mundo y de
diferentes esferas sociales, esperando un
abrazo que no llega. Si tienes hijos nunca pierdas la oportunidad de
abrazarlos. Que ninguno de tus hijos, diga nunca: ¡Muero por un abrazo!
"He
aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del
vientre" Salmos 127:3
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