viernes, 15 de febrero de 2013

¿Por qué ... ¿Por qué?... ¿Por qué?



¿Cuántas veces, al estar pasando por una racha de malos acontecimientos, preguntamos a Dios por qué, por qué a mí? Al Señor no le agradan los porqués. El preguntarle por qué nos pasa lo que nos pasa, es quejarnos y lamentarnos delante de El, es falta de confianza en El, ya que como cristianos sabemos que todas las cosas que nos sucedan, ayudarán a bien (v. Romanos 8:28). Lo que debemos hacer, cuando las cosas no van bien, es preguntarle ¿Qué me quieres enseñar, Señor, con esto? y esperar la respuesta en actitud de humildad, no de queja. El responderá siempre y cuando lo busquemos con un corazón contrito y en humildad. El quiere sentirse partícipe de nuestras aflicciones, quiere que dependamos de El y acudamos a El como un Padre amoroso que nos dará consuelo y a la vez, nos dará una enseñanza como consecuencia de lo que nos aqueje.Cuando todo nos sale mal, debemos preguntarle a nuestro Padre: ¿Qué estoy haciendo que no debería estar haciendo?, ¿Dónde está mi error? y no decirle ¿por qué permitiste que me sucediera esto? Igualmente, preguntarle: ¿Qué no estoy haciendo que sí debería hacer?Quizá estemos cometiendo pecado de omisión, por eso las cosas no salen bien. Por último si la respuesta no viene, la pregunta clave es: ¿qué haría el Señor si estuviera en mi misma situación? Si conocemos bien a Dios, sabremos la respuesta a esta pregunta.No hay que cuestionar a Dios ante los altibajos de la vida, debemos de cuestionarnos a nosotros mismos, porque con seguridad lo que nos ocurre es consecuencia de nuestros mismos actos y decisiones erróneas... Dios nunca se equivoca, El no es quien hace que nos vaya mal, nosotros somos los que nos equivocamos. El permite que sucedan cosas malas, pero no porque no le interesemos. El nos da la oportunidad de recurrir a El para ser nuestro aliado y estar con nosotros en nuestras tribulaciones. Aprendamos a esperar en El, sin quejarnos y sin acribillarlo de por qués, sino simplemente, con la conciencia y el corazón convencidos de que El sabe por qué lo permitió. Los por qués y las quejas no nos darán paz, sino al contrario, nos traerán más inquietud, así que si queremos que todo vuelva a la calma, esperemos con calma. A su tiempo, El nos mostrará cuál era el propósito de que pasáramos por esa situación. 

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