Cuando somos bebés,
dependemos completamente de nuestra madre. Vamos creciendo, llegamos a la edad
escolar y seguimos dependiendo de nuestros padres, pero llegamos a la
adolescencia y queremos empezar a desprendernos de nuestros padres. En la edad
adulta somos completamente independientes de ellos y tomamos nuestras propias
decisiones. Hacemos uso del libre albedrío que Dios nos regaló, la libertad de
elección. Somos responsables de nuestros actos y si cometemos errores, habrá
con-secuencias. Mucha gente culpa a Dios de sus fracasos o de cualquier mal
acontecimiento en su vida. Pero al tomar una decisión, no toman en cuenta a
Dios, lo hacen tomando en cuenta su propio criterio. Les resulta mal y ahí sí
hacen partícipe a Dios de sus derrotas, lo culpan: "¿por qué no lo
evitaste?". Le reclaman después de que fueron ellos quienes tomaron una
mala decisión.
Algunas personas
culpan a Dios de todo el mal que hay en este mundo. La maldad viene del hombre,
no de Dios. Si el hombre elige el mal, él es el único responsable. Y si
lamentablemente hay daños a terceros, a inocentes, no es culpa de Dios, es el
hombre quien es culpable de sus propios actos, los hombres son los que eligen
el mal en lugar del bien. Dios puede evitar muchos sucesos indeseables, con una
sola Palabra, tiene el poder para eso, pero, entonces tendría que quitarle al
hombre el derecho al libre albedrío y transformarlo en un robot; tendría que
convertirlo en una máquina, sin voluntad propia. Estamos tan acostumbrados a
hacer lo que se nos viene en gana, que no valoramos el privilegio de haber sido
obsequiados con esa libertad de acción y de pensamiento. ¿Qué pasaría si Dios
nos la quitara? ¿Querría usted convertirse en un robot, sin voluntad propia?
Dios es como un padre
que cría a sus hijos, enseñándoles el bien, pero al crecer esos hijos ya
independientes, optan por el mal. Hay hijos que se vuelven rebeldes y que a
pesar de haber recibido una buena educación, basada en buenos valores y
principios morales, al crecer se descarrían y cometen actos que no corresponden
a la educación que les dimos. ¿Somos los padres culpables de la conducta de
esos hijos? ¡Por supuesto que no!, fueron esos hijos los que ignoraron las
enseñanzas que les dimos. Lo mismo ocurre con nuestro Padre Dios, muchos se
rebelan contra El e ignoran sus enseñanzas, se lanzan a la perdición y hacen
daño a sus semejantes. Algunos se convierten en asesinos, violadores,
criminales de lo peor, ¿qué pasa con esa gente?
Dios nos da buena
enseñanza en Su Palabra. Esta enseñanza está al alcance de todos, pero muchos
se niegan a conocerla y otros que la conocen, se niegan a obedecerla. Dios no
obliga a nadie, es decisión propia el seguir o no, sus consejos. Pero, si elegimos
no seguirlos, no podemos culpar a Dios por las consecuencias que vengan como
resultado de eso. Tampoco por las guerras y por todo lo malo que pasa en el
mundo. Todo es producto de decisiones del hombre en contra del hombre.
Si dependemos de
Dios, como un niño pequeño depende de sus padres, si confiamos en que El es
quien tomará la mejor decisión para nuestras vidas; si nos dejamos guiar por El
en todo momento, no es perder nuestro libre albedrío, si no que estamos
haciendo uso de él, al decidir dejar guiarnos por Dios. Es una decisión nuestra
el ir de la mano de Dios o soltarnos de ella y seguir nuestro propio camino,
pero si nos soltamos y caemos, no lo culpemos a Él.
La ira de Dios
contra la humanidad
Dice Pablo
apóstol:
Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo
contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad
obstruyen la verdad. Me explico: lo
que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo
ha revelado. Porque desde la
creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder
y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de
modo que nadie tiene excusa. A pesar de haber
conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que
se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato
corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se
volvieron necios y cambiaron la
gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de
las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles.
Por eso Dios los
entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual,
de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros Cambiaron la
verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes
que al Creador, quien es bendito por siempre. Amén. Por tanto, Dios
los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto, las mujeres cambiaron las
relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Así mismo los
hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en
pasiones lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron
actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su
perversión.
Además, como estimaron que no valía la pena
tomar en cuenta el conocimiento de Dios, él a su vez los entregó a la
depravación mental, para que hicieran lo que no debían hacer. Se han llenado de toda
clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación. Están repletos de
envidia, homicidios, disensiones, engaño y malicia. Son chismosos, calumniadores, enemigos
de Dios, insolentes, soberbios y arrogantes; se ingenian maldades; se rebelan
contra sus padres; son
insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Saben bien que, según
el justo decreto de Dios, quienes practican tales cosas merecen la muerte; sin
embargo, no sólo siguen practicándolas sino que incluso aprueban a quienes las
practican.
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