Hubo momentos en nuestra vida que no quisiéramos haber vivido, pero con el paso del tiempo, nos vamos dando cuenta de que esos momentos fueron necesarios, que nada sucede en vano, y que Dios tiene todo sabiamente planeado.
Hubo momentos en que lloramos y
pensamos que nuestra tristeza nunca
acabaría, pero un día nos sorprendemos a nosotros mismos riendo de nuevo.
Hubo momentos en que la amistad pareció
desaparecer de nuestra vida, al darnos cuenta de una traición, pero hoy miramos
a nuestro alrededor y vemos tantos rostros amables, sonriéndonos con cariño.
Hubo
momentos en que pareció que jamás terminaríamos la carrera, pero hoy contamos
con años de experiencia en nuestra profesión.
Hubo momentos en que parecía que nadie nos
comprendía y nos sentíamos tan solos, pero llegó alguien que parecía leer nuestro
corazón.
Hubo momentos en que pensamos que Dios nos
había abandonado, pero hoy sabemos que siempre estuvo a nuestro lado y quienes
lo habíamos abandonado éramos nosotros a Él.
Por eso, demos gracias por esos momentos,
porque no hubiéramos podido aprender a valorar muchas cosas, sin antes haber
carecido de ellas. El presente nos da respuestas de lo que no entendimos en el
pasado. Nunca hubiéramos aprendido a perdonar, si alguien no nos hubiera
ofendido. Nunca hubiéramos aprendido a organizar nuestras finanzas, si antes no
hubiéramos sufrido de escasez. Nunca hubiéramos aprendido a consolar, si antes
no hubiéramos necesitado ser consolados. Nunca hubiéramos aprendido a confiar
en la fidelidad de Dios si antes no hubiéramos vivido la desesperación y la
necesidad de El.
Por eso, si hubo momentos en que renegaste y
hasta discutiste con Dios o quizá hoy mismo lo estés haciendo, levanta tu
mirada y tu corazón y en lugar de renegar, agradécele, porque te está enseñando
lecciones profundas.
"Oh
Dios, me enseñaste desde mi juventud,
y
hasta ahora he manifestado tus
maravillas".
Salmos
71:17
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