La
palabra templanza, proviene del latín "templar". Se dice que una
persona tiene temple cuando puede resistir situaciones extremosas y permanecer
ecuánime. Esto es comparado al proceso que sufren ciertos metales y cristales,
cuando son sometidos a temperaturas extremas, con el fin de probar su fortaleza
y mejorar sus propiedades. En Japón, los guerreros templan sus espadas,
sometiéndolas más de quinientas veces del rojo incandescente, en el fuego, para
después sumergirlas en una tinaja de agua helada. Si una espada resiste eso,
puede resistir todo.
En
muchas situaciones de nuestra vida, es puesta a prueba nuestra templanza. Somos
espadas que estamos siendo expuestas al fuego y al agua fría con bastante
regularidad. Muchas veces no pasamos la prueba, a causa de nuestro estado
emocional. Cuando nos dejamos dominar por nuestras emociones, detenemos el
proceso y hay que empezar de nuevo. Por eso algunas personas parece que siempre
están pasando por pruebas y pruebas, tienen que seguir siendo templadas, porque
aun no adquieren el punto justo espiritualmente.
Dios
permite ciertas situaciones en nuestra vida para que aprendamos a controlar
nuestras emociones, la templanza va de la mano con el dominio propio. Son dones
del Espíritu Santo de Dios. Debemos aprender a controlar nuestras
circunstancias, no dejar que las circunstancias nos controlen a nosotros. Para
esto necesitamos tener templanza.
Para
llegar a ser cristianos maduros, hemos de ser templados por la mano de Dios.
Muchos caen en el proceso y se van, solo los que aguanten hasta el final,
podrán obtener el pulido perfecto. El mayor ejemplo lo tenemos en nuestro Señor
Jesús. El pasó por todo ese proceso como ser humano. Sufrió física y
emocionalmente, soportó hasta el final y obtuvo la victoria en su resurrección.
Dios
nos da la fuerza interior a través de la templanza. Necesitamos ser templados
para obtener la fuerza, el valor, la comprensión, la compasión, el amor, etc. para
servirle y para servir a otros. El no quiere cristianos blandengues, El quiere
cristianos fuertes y valientes y la única manera de llegar a serlo es llegar
hasta el final de la prueba.
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os
ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por
cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en
la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 1 Pedro 4:12-13
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