A
todos nos maravilla el cambio que hizo el Señor en la vida de Pablo. El poder
de Dios se vio manifestado de manera grandiosa con Saulo de Tarso. El
incrédulo, el asesino de cristianos, el soberbio y sanguinario Saulo, tuvo un
encuentro con el mismo Jesús que él atacaba, quedando impactado profundamente.
Ya nunca más volvería a ser lo que había sido.
Pablo
se rindió ante el Señor Jesús, después de haber dedicado su vida a negarlo y a
destruir a quienes creían en él y continuaban su obra. Dios transformó su
corazón de piedra, en un corazón de carne. Lo mismo puede hacer Dios en el
corazón de cualquier ser humano.
Hubo
otro hombre, Lewis Wallace, general y escritor estadounidense, nacido siglos
después, en el año 1827, quien era incrédulo e indiferente en materia
religiosa. Wallace dedicó dos años de su vida a una investigación concienzuda
acerca de la persona de Jesús de Nazaret. Esto, provocado por un conocido ateo
de su tiempo, Robert Ingersoll, quien negaba públicamente la existencia de
Jesús. Un día, los dos se encontraron y
el ateo le propuso escribir un libro en donde presentara pruebas al mundo de
que Jesús jamás existió y nunca hubo tal Hijo de Dios.
Wallace
empezó a buscar material para escribir el libro. Consultó antiguos manuscritos
y acudió a fuentes originales del período histórico en el que Jesús había
vivido. Escudriñó cada sitio por donde se decía que había pasado Jesús. Estaba
decidido a llevar al papel, con pruebas fehacientes, todo lo que Ingersoll
declaraba públicamente. Pero, después de leer e informarse y sacar
conclusiones, le fue imposible continuar en su actitud de incredulidad. Tenía
tantas evidencias ante sus ojos, que era imposible negarlo: Jesús era quien
dijo ser, el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad. Al conocer a fondo la
vida de Jesús se dio cuenta de que nadie, sino el verdadero Hijo de Dios, pudo
haber hecho lo que él hizo y haber sido como él fue. Tal perfección, tal
excelencia, tal sabiduría, tal bondad, no podían haber venido de un hombre
común. El arrepentimiento inundó su corazón y cayó de rodillas, reconociendo su
condición de pecador y pidiendo perdón. Aquel a quien había estado dispuesto a
destruir y a exhibir como un fraude ante el mundo entero ¡había sido quien
había dado su vida por él! Jesús no era un personaje de leyenda, era una
realidad y una respuesta a las necesidades de su propia vida.
El
escritor ya no escribió el libro que pensaba publicar, pero en su lugar escribió
otro, lo cual hizo declarando: "Como resultado de mis investigaciones y
años de estudio, yo me convencí de que Jesucristo no solo es el Salvador del
mundo, sino que también es mi Salvador personal y como testimonio, escribo este
libro: "Ben Hur, una historia de los tiempos de Cristo".
La
novela trata de un príncipe judío llamado Judah BenóHur, quien después de pasar
varios años encerrado en una galera, injustamente, regresa a Jerusalén
dispuesto a vengarse. Pero, algo había ocurrido en su corazón: cuando estaba en
calidad de reo, había tenido un encuentro muy especial, algo que empezó a
transformar su vida. Había tenido un encuentro con Jesús. Se convirtió al
cristianismo y estuvo presente en la crucifixión de Jesús, lo cual afirmó su fe
y hasta tuvo la oportunidad de ver uno de sus milagros con sus propios ojos.
La
historia del general y escritor Lew Wallace, autor de la famosa obra Ben Hur,
que la mayoría hemos visto también en la pantalla, nos muestra cuan fácil es
equivocarse al basar nuestras creencias en opiniones y comentarios ajenos, en
lugar de hacerlo sobre hechos y evidencias. Jesús dijo: "Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y
ellas son las que dan testimonio de mí" (Juan 5:39) La Biblia es testimonio fiel
de la existencia y obra de Jesús en la tierra. Jesús le habló a Pablo y aunque
nunca se conocieron, la vida de Pablo fue transformada. Dios nos habla a través
de la Biblia y
nuestras vidas también pueden ser
transformadas porque en Su Palabra hay poder.
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