Marcela,
Cristina y Rebeca, eran tres amigas con un sueño en común: llegar a ser
bailarinas clásicas. Las tres sentían una gran pasión por el ballet desde que
eran niñas y estudiaban en la escuela de ballet de su pueblo natal. Recorrer el
mundo bailando de puntillas era su ilusión máxima. Un día, Marcela leyó en el
periódico local, que en la capital del estado se había abierto una gran escuela
de ballet, solo para alumnas que quisieran hacer una carrera profesional y
llegar a ser bailarinas famosas. Corrió a mostrarles el anuncio a las otras. Se
pusieron eufóricas y no paraban de hablar del asunto. Cada una pidió permiso a
sus padres para viajar y presentarse a la prueba de admisión. Los padres
cedieron ante tal entusiasmo de sus respectivas hijas. Las chicas enviaron sus
solicitudes y esperaron con ansias la respuesta. Después de una semana ésta les
llegó: todas habían sido aceptadas y la prueba sería dentro de tres días.
Locas
de emoción se dispusieron a preparar sus maletas. Marcela tenía novio, así que
tendría que informarle de su viaje. El muchacho puso el grito en el cielo, se
enojó mucho y le dijo que le prohibía irse lejos. Marcela nunca pensó que
reaccionara así.
-
La capital no está lejos, le dijo, vendré los fines de semana- le dijo- Pero él
no entendía razones y la amenazó con romper con ella si se iba.
Marcela
estaba muy triste. Quería con toda su alma ir a hacer esa prueba, pero también
quería mucho a su novio y no quería perderlo. Así que con dolor en su corazón,
les comunicó a sus amigas que no iría a la capital. De nada sirvieron los
argumentos utilizados por ellas, Marcela no cambió de opinión, renunció a su
sueño. Así que llegado el día, fue a despedir a sus amigas a la central de
autobuses.
Cristina
y Rebeca, pasaron la prueba y se les comunicó que las clases comenzarían en
tres semanas. Las chicas volvieron felices al pueblo y le contaron todos los
pormenores a Marcela. Esta estaba feliz por sus amigas, pero en el fondo,
sentía tristeza porque sabía que ella también podría estar gozando de esas
fabulosas perspectivas. El día del llamado para comenzar las clases, nuevamente
acompañó a sus amigas al autobús y las vio alejarse, con rumbo a sus sueños.
A
los pocos días en la capital, Cristina conoció a un muchacho y empezó a salir
con él. A veces no asistía a las clases y no estaba rindiendo como debía. La
directora de la escuela de ballet la llamó para decirle que si seguía así, se
vería en la obligación de expulsarla. Cristina decidió no volvió a faltar, pero
el nuevo novio la distraía demasiado y ponía poca atención. Al cabo de unos
días, empezó a faltar de nuevo y esas faltas se repitieron, hasta que la
directora le anunció que estaba fuera. De nada sirvió que Rebeca la aconsejara,
ya todo estaba perdido. Y Cristina tuvo que regresar a su pueblo, fracasada y
sin nada, pues el nuevo noviecito, al saber que se regresaba al pueblo, le dijo
que se olvidara de él.
Rebeca
fue la única que estaba firme en su decisión de ser bailarina. Practicaba mucho
y era una de las alumnas distinguidas de la escuela de ballet. Pasaron los
años, en los que Rebeca viajaba cada fin de semana a ver a sus padres y amigas
y les contaba los pormenores de su carrera. Estaba a punto de terminar, ya
pronto vería cumplido su sueño: sería una bailarina profesional.
Y
el día llegó. Marcela y Cristina asistieron a la graduación de su amiga y
dentro de su corazón lamentaban terriblemente no formar parte del grupo que se
graduaba. Rebeca tenía un gran futuro por delante, pues ya tenía una oferta de
trabajo en una de las compañías de ballet más importantes en el país. Ella sí
había sabido alcanzar su sueño.
Las
personas reaccionan de diferente manera ante el llamado de Dios. Cuando en un
congreso, una campaña de evangelización o en la iglesia local, se hace el
llamado para recibir a Cristo, hay algunos que como Marcela, no acuden, les
conceden más importancia a las cosas terrenales,
a sus intereses personales. Otros, que como Cristina, acuden, pero no son
constantes, se distraen con las cosas del mundo y terminan por alejarse
definitivamente y otros, como Rebeca, que responden de corazón y se mantienen
firmes y constantes en el evangelio. Estos últimos son los únicos que alcanzan
la meta. Si tu sueño es una vida renovada, si necesitas de las bendiciones de
Dios, si anhelas Su paz, Su gracia, Su protección, persevera, que al final,
tendrás tu recompensa. No te dejes dominar por las cosas del mundo, no dejes
que te distraigan, por atractivas que parezcan. Mira solo hacia adelante,
porque al final del camino, encontrarás el mayor tesoro, que es la vida eterna
junto al Rey de Reyes y Señor de Señores.
Angélica
García Sch.
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