El
diamante es la más valiosa, la más brillante y la más dura de las piedras
preciosas. Los diamantes son altamente cotizados en el mundo entero y algunas
piezas pueden alcanzar precios estratosféricos. Pero hace falta un proceso para
que un diamante llegue a convertirse en tan preciada joya, ya que originalmente
es carbono cristalizado en bruto. Necesita ser sometido a un proceso de
limpieza y pulido hecho por expertos.
Al
igual que los diamantes, los cristianos debemos ser sometidos a un proceso de
pulido cuando llegamos a los pies del Señor. Estamos llenos de impurezas, sin
brillo, sucios. Tal como el artesano toma en sus manos la piedra en bruto y no
la deja hasta verla convertida en un precioso diamante, en la vida cristiana
tenemos al artesano de los artesanos, el Señor Jesucristo, quien es el mejor
experto en transformar seres humanos en bruto, en piedras preciosas para Dios.
Mientras más nos entreguemos a El, más pronto empezaremos a brillar como
diamantes.
El
proceso de pulido en el cristiano significa dejarse perfeccionar como Jesús.
"El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día
de Jesucristo", dice Filipenses 1:6b. Debemos entregarnos en las manos de
Dios para que El realice Su obra en nosotros, sin resistirnos.
Algunos
cristianos tal vez necesiten un pulido más recio, pero debemos aceptar la
disciplina del Señor cuando sea necesaria, sin flaquear. Es un privilegio de
los hijos de Dios, que no todos pueden comprender. Mientras más nos pula el
Señor, más brillaremos.
La
brillantez de un diamante se debe a su alto poder dispersivo que descompone la
luz que lo atraviesa. Cristo es la luz del mundo, quienes tenemos a Cristo,
debemos ser también luz y reflejarla en nuestras vidas, como un diamante,
dispersándola hacia todos aquellos que viven en la oscuridad, difundiendo Su
Palabra porque Su Palabra es luz.
Otra
propiedad del diamante es su dureza. No puede ser cortado ni rayado por ninguna
otra piedra. Solo puede labrarse usando su propio polvo. Tampoco puede ser
disuelto por ningún agente químico. Los cristianos debemos ser tan duros como
los diamantes en nuestras convicciones. Nuestra fe no debe titubear ante
ninguna otra doctrina. Nuestra doctrina es la de Jesucristo y El es nuestro
único mediador ante Dios Padre. Nos debemos mantener firmes y no dejarnos
"diluir" ni por las adversidades de la vida, ni por falsas doctrinas.
Las
formas de talla más utilizadas en los diamantes son la brillante y la rosa,
seguida de la rectangular y la ovalada. La forma más brillante se compone de
dos pirámides truncadas, unidas en sus bases. La talla rosa, consta de una sola
pirámide. La talla brillante eleva al máximo el valor del diamante, pero
implica sacrificar una parte considerable de piedra en bruto. Asimismo los
cristianos debemos deshacernos de nuestro ego, que a veces es muy grande, para
dejar que sea el Señor quien tome la dirección de nuestras vidas y nos vaya
refinando hasta que alcancemos el máximo brillo. Es preciso que El quite el
viejo hombre para que salga a relucir el nuevo.
La
meta de todo cristiano está plasmada en Efesios 4:13, que dice: "Hasta que
todos lleguemos a la unidad de fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un
varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo".
Someternos al proceso de perfeccionamiento que Jesús nos ofrece, nos garantiza
alcanzar el brillo de eternidad y relucir como diamantes preciosos para nuestro
Dios.
"Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor" 2 Corintios
3:18
Angélica
García Sch.
No hay comentarios:
Publicar un comentario