Hace
muchos años mi madre me contaba que cuando era niña, había conocido a un poeta
que más tarde fue muy famoso en todo el mundo. En esos tiempos era un
desconocido, pero ya creaba sus primeros versos de amor, mismos que dedicaba a
una jovencita de rubias trenzas que no le prestaba la menor atención. Esta
jovencita, de la cual mi madre no recordaba su nombre y que apodamos “Trenzas
rubias”, era amiga de su hermana mayor, es decir de mi tía, y andaban juntas la
mayor parte del tiempo. Mi tía le contaba a la familia, con lujo de detalles,
las andanzas del enamorado de su amiga, cuando éste las seguía desde lejos y de
repente se acercaba para hablarle en versos o para entregárselos en notitas
escritas de su puño y letra, que si hoy en día existieran ¡valdrían un dineral!
En fin, la cuestión es que a esta chica no le causaba ninguna emoción ser la
elegida del corazón del imberbe poeta y cada vez que lo veían acercarse cuando
paseaban por las calles de su pueblo sureño, le decía a mi tía que huyeran
lejos de él, para después burlarse descaradamente del pobre muchacho y
criticarle por todo.
El
joven poeta nunca tuvo éxito con la reacia muchachita que fue su musa durante
sus años adolescentes. Por más que se esforzara y le dedicara los más bellos
versos a sus trenzas rubias, nunca logró la aprobación de la doncella, motivo
de sus ilusiones juveniles. Años más tarde él se fue del pueblo y jamás se
volvieron a ver. Pasó el tiempo y aquel poeta principiante de pueblo, se
convirtió en un poeta de renombre mundial, al grado de llegar a ser premio
nobel de literatura. Siempre nos preguntamos qué pensaría “Trenzas rubias” al
enterarse del éxito apoteósico de su ex enamorado platónico. ¿Se arrepentiría
de su rechazo? Nunca lo supimos, porque mi madre y su familia también emigraron
y las amigas perdieron la comunicación. Mamá siempre contaba este capítulo de
su vida a familiares y amigos, orgullosa de haber conocido en persona a tan
famoso personaje y en unas circunstancias que sus biografías no mencionan, así
que ella lo contaba como una gran exclusividad.
Cuántas
personas hay que rechazan a otras sin saber lo valiosas que son. Nos dejamos
guiar por las apariencias externas respecto a los demás y en estos tiempos en que
vivimos, esto se ha acentuado más y más. En nuestras relaciones con los demás
debemos ver hacia el interior de las personas, olvidándonos de su exterior. Aprender
a ver más allá de lo que ven nuestros ojos físicos es una verdadera virtud.
Pero
existe una situación que atañe a muchas personas en el mundo, a hombres y
mujeres que optan por rechazar lo mejor que podrían elegir para su vida y ellos
son quienes rechazan a Dios. Buscan alejarse de Él lo más posible, no quieren
saber nada de Él, le repudian, se burlan de todo lo que tenga que ver con Él y
hasta tratan de probar a los demás su “no existencia”, con conclusiones
absurdas. Estas personas son como “Trenzas rubias”, que nunca reconoció la
valía del joven poeta, sin saber que estaba rechazando a uno de los más grandes
personajes de su país e incluso del mundo entero. Seguramente al enterarse,
debe haberse sorprendido y reflexionado, quizá se hubo arrepentido de su
proceder y su trato para con él, pero de todos modos era ya muy tarde para
rectificar. El tiempo y la distancia habían acabado con toda posibilidad de
reencuentro. Pero cuando se trata de la relación de una persona con Dios, no
hay barreras infranqueables, si esta persona desea realmente acercarse a Él, a
pesar de haberlo rechazado anteriormente. Qué mejor ejemplo tenemos de esto que
el del apóstol Pablo, que después de haber rechazado a Jesús y haber hasta
asesinado a muchos de sus seguidores, cayó postrado a sus pies y fue uno de sus
más grandes embajadores de la verdad. Así que si usted, que se encuentra en
estos momentos leyendo esta historia, ha sido un hombre o una mujer que ha
renegado de Dios y que por fin ha abierto sus ojos y ha reconocido la necesidad
que tiene de Él, no espere más, no deje pasar el tiempo, búsquelo y lo
encontrará. Es la más grande oportunidad para su vida, no lo reconozca cuando
ya sea demasiado tarde. Hoy es el tiempo, hoy es el día.
Porque él dice: En el momento oportuno te
escuché; en el día de salvación te ayudé. Y éste es el momento oportuno; éste
es el día de salvación.” (2 Corintios 6:2 RVC)
Angélica García Sch.
Angélica García Sch.
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