Cuando somos jóvenes pensamos que nunca vamos a
envejecer o que falta mucho tiempo para eso. Pero los años pasan muy rápido y
la juventud empieza a formar parte de nuestros recuerdos. Empezamos a notar que
caminamos más lento, que no podemos comer todo lo que se nos antoja, que se nos
olvidan las cosas, que nuestro rostro ha perdido su lozanía y que además, la
fuerza de gravedad se ha impuesto en varias partes de nuestro cuerpo. Estamos
envejeciendo.
Envejecer es una palabra que aterroriza a muchos
hombres y mujeres, pero nadie está exento de llegar a esa etapa de la vida, los
jóvenes más rozagantes y las mujeres más bellas van a tener que entrar por esa temida
puerta que lleva a la llamada actualmente: tercera edad. Así que lo mejor es
tener una buena actitud hacia lo inevitable.
Algunas mujeres quizá recurran a los cosméticos y
secretitos de belleza para poder prolongar un poco más su aspecto juvenil. Otras
incluso recurrirán a una solución más dramática: la cirugía plástica, aunque con
el riesgo de quedar peor, pues no es raro que esto suceda si no encuentran un
buen cirujano.
Quizá la edad se logre disimular con cosméticos y
cirugía plástica, pero nadie se puede engañar a sí mismo. No existe artificio
ni cirugía plástica que nos haga ignorar la realidad que llevamos por dentro.
Esas dolencias que vienen y van a causa de la edad, nos recuerdan a cada
instante que estamos envejeciendo y aunque tengamos un cutis que proclame diez
años menos gracias a una cirugía, esos diez años más que en realidad llevamos a
cuestas, se van a hacer sentir en todo su esplendor en nuestro organismo.
En estos tiempos en que se pone tanto énfasis en el
cuidado del cuerpo, todos esos jóvenes que salen a correr por las mañanas, que
van al gimnasio y toman ocho vasos de agua y cinco frutas diariamente, tampoco podrán
prolongar su juventud por mucho tiempo, sin embargo, a pesar de que todo eso
está muy bien y es bastante recomendable, la vejez llegará a ellos, tarde o
temprano. Nadie puede detener el tiempo, pues nadie puede ir en contra de las
leyes de la naturaleza que dicta el Creador.
En la literatura existe un personaje que
seguramente todos conocemos: Dorian Gray. Este joven estaba obsesionado con
conservar su juventud y belleza y esa obsesión lo cegó tanto, que llegó al
grado de hacer un pacto con el mismísimo Satanás, con lo cual logró su
objetivo, pero a un precio demasiado alto. La obra de Oscar Wilde muestra que el
diablo actúa de manera integral. Con Dorian Gray, no solo obró en su físico,
sino que también en su alma, volviéndola tan horrible como el retrato que
envejecía día a día, mientras Dorian conservaba su juventud a pesar de que
pasaban los años. De ser un joven hermoso, con un encanto que cautivaba a todas
las personas que lo conocían, pasó a ser un individuo despreciable, insoportable
y perverso, al que todos rechazaban. De nada le sirvió conservar su hermosura y
belleza, si su corazón cada día se volvía más horrible. No le importaba
utilizar a las demás personas para conseguir lo que quería, no le importaba
hacer sufrir a las mujeres que se enamoraban de él, carecía de escrúpulos y vivía
para sus propios placeres únicamente. Satanás le había dado algo más que la juventud
eterna, lo había convertido en un hedonista con un corazón de piedra. Finalmente,
el eterno joven Dorian Gray se dio cuenta de su gran error, pero ya era
demasiado tarde. Terminó por aborrecerse a sí mismo y sentir repugnancia por su
belleza incorruptible. Lo que antes le significaba la admiración de los que le
rodeaban, ahora se había convertido en la peor de las torturas.
Los ojos del mundo están puestos en lo superficial,
en el exterior de las personas, importando poco su interior. La belleza física
y la juventud son los “valores” más tomados en cuenta en estos tiempos, excepto
claro, si se trata de una persona que no goza de gracia física, pero tiene los
bolsillos llenos, entonces sí recibe todos los halagos, todas las
consideraciones, todos los respetos de parte de los demás y puede ponerse tan
feo y tan viejo como quiera, porque eso no va a afectar su popularidad. Así es
el mundo en el que vivimos, un mundo muy lejos de Dios en donde manda la
vanidad y el dinero, un mundo materialista y engañado por el enemigo de Dios,
el mismo que Oscar Wilde presenta en su novela, como el maligno personaje que
convierte en un infierno la existencia de su personaje central.
La juventud y la belleza son algo efímero, son
elementos que tienen caducidad. En este mundo actual se le da una importancia
excesiva al aspecto físico, olvidando que la cualidad verdaderamente importante
en el ser humano es el aspecto de su corazón. El corazón tiene la edad y la
belleza que cada uno de nosotros quiere que tenga. Un corazón lleno de
resentimiento y amargura será un corazón viejo, aunque esté dentro de una
persona joven. Igualmente, un corazón en donde abunda el amor, un corazón que
sabe perdonar y gozar de lo bueno de la vida, será un corazón joven, aunque
habite en un anciano.
“La gloria de los jóvenes es su fuerza, Y la
hermosura de los ancianos es su vejez.” Proverbios 20:29 RV
Angélica García Sch.
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