Un
hombre avanzaba por un camino en donde los rayos del sol caían a raudales e
iluminaban plenamente su andar. Podía ver perfectamente por donde iba, sus
pasos eran firmes y seguros. Había caminado un buen trecho cuando a lo lejos
vio un punto negro, se preguntó qué podría ser aquello y siguió avanzando. A
medida de que avanzaba, el punto se hacía más grande y al fin pudo percatarse
de que se trataba de un túnel. Aminoró su marcha, no quería entrar en ese
túnel, no quería dejar ese camino tan lleno de luz para meterse en ese lugar
lleno de oscuridad, donde no podría ver siquiera por dónde iba. El hombre
estaba profundamente contrariado, si entraba en ese túnel, sería como quedarse
ciego. Miró hacia atrás y contempló la luz del sol cayendo sobre los árboles, no
quería cambiar esa luz por la oscuridad de aquel túnel…
En
estos días, podemos ver que muchas de las señales de los últimos tiempos,
anunciadas en la Biblia se están cumpliendo, una de estas señales es la
apostasía. El pequeño relato que encabeza este artículo nos ilustra acerca del
significado de la apostasía. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, comenzamos
a caminar en la luz, pues Él es la luz que ilumina nuestro camino. Pero si un
día decidimos no seguir por ese camino, entonces ya no estaremos más en la luz,
tendremos frente a nosotros un túnel oscuro y al entrar en él, nos sumergiremos
en las tinieblas, tal y como nos encontrábamos antes de conocer la luz de
Jesús. Esto es la apostasía. ¿Cómo es posible querer volver a la oscuridad,
meternos otra vez en ese túnel oscuro en donde no sabíamos por dónde íbamos y
avanzábamos errando una y otra vez? Dice Pablo en Gálatas 4:8-9: “Antes, cuando ustedes no conocían a Dios, eran esclavos
de los que en realidad no son dioses. Pero ahora que conocen a Dios —o más bien
que Dios los conoce a ustedes—, ¿cómo es que quieren regresar a esos principios
ineficaces y sin valor? ¿Quieren volver a ser esclavos de ellos?”
Es
obvio que antes de la apostasía vendrá un período de confusión y en medio de
esta confusión, son arrastrados muchos débiles en la fe. Por eso nuestra mirada
siempre debe estar en Dios y no en el hombre y nuestra mente en la Palabra de
Dios y no en palabras humanas. El materialismo, la fama, la influencia del
mundo o la de un falso líder espiritual, pueden hacer que un hijo de Dios se
confunda y se desvíe de la sana doctrina de Jesucristo.
En
estos momentos en donde en el mundo reina la violencia, las guerras, el dolor,
la aflicción, la injusticia, los seres humanos tenemos un anhelo común: la paz.
El mundo entero clama por la paz. Grandes líderes de distintas religiones se
están uniendo en un movimiento por la paz y la unidad. Este movimiento, llamado
movimiento ecuménico, pretende la unión de todas las religiones en pro de la
paz y la unidad, que desde el punto de vista humanista, puede sonar muy bien a
muchos, pero nosotros los cristianos no debemos buscar el sentido humanista de
las cosas, porque nuestra confianza debe estar en Dios y no en los hombres. Nosotros
sabemos dónde está la paz verdadera: “La
paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No
se angustien ni se acobarden” (Juan 14:27 NVI).
El
ecumenismo es un túnel en donde reina la oscuridad y lleva a la apostasía, a la
perdición, porque busca derribar todas las barreras religiosas, con el fin de
que exista la tolerancia suficiente para que las personas lleguen a aceptar que
se puede llegar a Dios a través de diferentes vías, lo cual es totalmente anti bíblico
y es un menosprecio al sacrificio de Cristo, quien es el único camino para
llegar a Dios: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.” (Juan
14:6 NVI)
La
verdadera intención de la unión de las religiones es preparar a la humanidad
para el reinado del Anticristo, en donde habrá una sola religión mundial dirigida
por el Falso Profeta. Todo lo que vemos en este mundo actual, nos está diciendo
a gritos que el Señor viene pronto. Guerras, enfermedades, inmoralidad,
materialismo, perversiones, persecución de los cristianos, unión de las
religiones, apostasía, falsos profetas, todos estos sucesos preceden al
acontecimiento tan esperado por el mundo cristiano: la venida del Señor por su
iglesia. No sabemos cuándo ocurrirá, pero sí sabemos lo que ocurrirá antes de
que suceda y ya está sucediendo. “Pero
en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo,
ni el Hijo, sino sólo el Padre.” (Mateo 24:36 NVI)
Imposible
la unión entre el cristianismo con el islam o el budismo, ¡Jesús es único y
está vivo, Mahoma y Buda, están muertos! Tampoco jamás podrá ser mezclado el
cristianismo con una religión que venere ídolos, porque sabemos que esto es
abominación delante de Dios. Nadie, después de probar las delicias de la libertad,
quisiera volver a la esclavitud o a mezclarse con ella. Al contrario, Apocalipsis 18:4-5, dice: “Salgan de ella,
pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna
de sus plagas; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y de sus
injusticias se ha acordado Dios.”
El
Ecumenismo es como una ramera que se vale de pérfidas artimañas para seducir a
sus posibles clientes. Una ramera negocia con su cuerpo, el Ecumenismo negocia
con la fe, utilizando las emociones humanas, las necesidades de la gente y sobre
todo su ignorancia. El que piense que está firme, mire que no caiga, no nos
dejemos seducir por la oscuridad disfrazada de luz, pues sabemos que ese es el
disfraz favorito del diablo. El Ecumenismo no proviene de Dios. No nos dejemos
engañar, la unión de las religiones podría parecer lo mejor para este mundo,
con el fin de que haya hermandad, unidad, paz y armonía entre los seres
humanos, pero no es esta la verdadera intención del Ecumenismo. “Esos que muestran mucho interés por
ganárselos a ustedes no abrigan buenas intenciones. Lo que quieren es alejarlos
de nosotros para que ustedes se entreguen a ellos.” (Gálatas 4:17 NVI)
El cristianismo es un
“programa” exclusivo, no existe paquete de compatibilidad alguno que lo haga
funcionar con otras doctrinas.
El
Dios de los cristianos es el Dios de la Biblia, Él está por sobre todas las
religiones. El cristianismo no es comparable ni compatible con ninguna
religión. La unificación de las religiones sugiere que se dejen de lado las diferencias,
pero existe una diferencia imposible de descartar y ésta es Jesús, único e
irremplazable, que nos ha dado una salvación gratuita, voluntaria e innegociable.
Jamás nos pondremos bajo el dominio de un líder religioso, solo Jesús es
nuestro paladín. Jesús es nuestro único, suficiente y exclusivo Salvador, único
camino y único mediador entre nosotros y el Padre, al único a quien debemos
obediencia y sujeción. Tampoco aceptaremos que existen otras formas de ser
salvo, como sugiere el ecumenismo, ninguna religión salva, ni podemos ser
salvos por obras, solo Cristo salva.
Jesús
promovió la unidad entre sus discípulos, pero una unidad que está basada en una
misma fe, no en una mezcla de creencias. “Hay
un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola
esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre
de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos.” (Efesios 4:4-6
NVI)
Las
95 tesis que Martín Lutero clavó en la puerta de la catedral de Wittenberg,
hace siete siglos, dando lugar a la Reforma Protestante, no se pueden desclavar
tan fácilmente del corazón de los verdaderos cristianos evangélicos. Nuestro
auténtico deber es mantener el espíritu de unión de la iglesia primitiva,
fundada por Jesús, único camino y luz de nuestras vidas, no se puede mezclar la
luz con la oscuridad.
“Si te arrepientes,
yo te restauraré y podrás servirme. Si evitas hablar en vano, y hablas lo que
en verdad vale, tú serás mi portavoz. Que ellos se vuelvan hacia ti, pero tú no
te vuelvas hacia ellos.” Jeremías 15:19 NVI
Angélica
García Sch.
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