Adán
y Eva vivían en armonía con Dios, bajo su bendición y dentro del plan que El
había trazado para ellos. Vivían felices en el Paraíso. Allí no existía el
dolor, ni la enfermedad, ni la muerte. Dios les entregó un huerto en Edén, en
donde podrían comer de todo lo que allí había, pero Dios les hizo una
advertencia respecto a cierto árbol: el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Les prohibió comer de su fruto, porque de hacerlo, morirían (espiritualmente).
Ellos eran libres de elegir, podían obedecer o desobedecer, no sabían que de su
decisión dependía el futuro de la humanidad entera.
Entonces
un día hizo su aparición, el rey del engaño y la maldad: Satanás, quien tenía
poder para materializarse en una serpiente y se presentó ante Eva para tenderle
una trampa. Le dijo que si comían el fruto prohibido, llegarían ella y su
compañero, a ser como Dios. A Eva le pareció muy atractiva la idea y probó la
fruta. Después le dio a probar a Adán, que también sucumbió a la tentación. Ese
momento marcó el destino de la raza humana. El hombre había elegido rebelarse
contra Dios, había cometido el primer pecado. Antes de esto, Adán y Eva eran
inocentes como niños, pero ahora, habían perdido su inocencia y habían muerto
espiritualmente.
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