viernes, 15 de febrero de 2013

Pruébame que Dios existe



Los que no creen en Dios, lógicamente no creen en la Biblia. Si tratamos de convencer de la existencia de Dios a un ateo, basándonos en lo que dice la Biblia, será difícil que lo haga porque él no cree
nada de lo que dice ahí. Pero la Biblia misma no trata de demostrar la existencia de Dios, la Biblia simplemente lo afirma. No se esfuerza en probar la existencia de Dios porque posee todos los elementos para producir la fe necesaria para creer en El. Dice la Palabra que nunca respondamos al necio de acuerdo a su necedad, para que no seamos también como él (Proverbios 26:4). De nada sirve discutir con un necio, si te desafía a que le pruebes que Dios existe, pero:
¡desafíalo tú a que te pruebe que no existe!
Físicamente no podemos demostrar su existencia, porque El es espíritu, pero sí podemos probar las evidencias que lo revelan. A cualquiera que afirme que Dios no es el Creador del universo, respóndele lo que El le respondió a Job: "¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia" (Job
38:4)
Si te encuentras con un incrédulo de los que piensan que saben la verdad, porque son muy cultos, muy sabelotodos y a todo le quieren encontrar una explicación científica, sácalo de su falsa sabiduría
en cuanto a las cosas de Dios, puesto que de esto no saben nada, ya que saber de las cosas de Dios, no es cuestión del intelecto, sino del espíritu. Nuestra mente humana es limitada, no alcanza a comprender la grandeza de Dios, no nos sirve para entender a Dios. Además, Dios es infinito, nosotros somos finitos y en esta condición, no podemos probar su existencia, ya que lo limitado no puede probar lo ilimitado. Dios no puede ser probado científicamente, en un laboratorio, pues no es materia que pueda ser examinada. La ciencia solo hace descubrimientos, pero no crea de la nada. Nada se crea a sí mismo, solo Dios. Ni la ciencia ni la tecnología más avanzada puede probar que Dios no existe, pero nosotros podemos probar que sí existe, le pese a quien le pese, a través de nuestro testimonio, reflejando en nuestra vida Su presencia. Testifiquemos con palabras dirigidas al corazón de los que no creen, no hacia su mente. El Espíritu Santo hará lo demás.

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