Dios
observaba los intentos del hombre por acercarse a El, pero de nada le servían
sus esfuerzos mientras aun fuese esclavo del que lo engañara en el Edén. El
hombre necesitaba liberarse de la esclavitud del pecado, para poder aspirar a
tener una relación armoniosa con Dios otra vez.
Pero
el hombre por sí mismo no podía liberarse de esa cautividad, puesto que ni
siquiera sabía que era un cautivo. ¿Estaba entonces perdido y sin esperanza?
Dios
nunca dejó de amar al hombre, a pesar de sus traiciones. Lo había creado para
vivir en perfecta armonía con El y no había cambiado de parecer. El quería
acercarse al hombre, pero no sería posible, mientras éste viviera en rebeldía
contra El. El hombre también deseaba una reconciliación con Dios, pero la
buscaba de manera equivocada. Le presentaba ofrendas y sacrificios, ritos y
ceremonias que eran inútiles a Sus ojos. Lo que Dios deseaba del hombre no eran
sacrificios, sino obediencia. Pero el hombre era presa de su propia naturaleza
rebelde y pecaminosa, así es que le era imposible vivir en obediencia.
Entonces
la gran misericordia de Dios y su gran amor hacia la humanidad, se manifestó de
tal manera que a muchos, hasta el día de hoy, les ha parecido incomprensible...
Dios se hizo hombre y bajó a la tierra, para recobrar lo perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario