martes, 19 de febrero de 2013

Solo por amor



Jesús tenía una misión y se acercaba el día de cumplirla. Los fariseos, que eran los religiosos de ese tiempo, andaban tras él intentando descubrir cualquier cosa que lo condenara y así entregarlo a las autoridades, pero nunca pudieron encontrar nada malo en él. Lo acusaban de blasfemo por autonombrarse Hijo de Dios y querían acabar con él.
Finalmente, uno de sus propios discípulos, Judas Iscariote, quien andaba con Jesús, pero en realidad nunca había sido un verdadero discípulo, lo entregó a cambio de unas cuantas monedas, como estaba profetizado en las Escrituras. Jesús ya sabía lo que iba a venir y lo anunció a los apóstoles. Celebró con ellos una cena, que sería la última en que estarían juntos. Tomó el pan y dijo" Tomen, coman, este es mi cuerpo". Y tomando la copa de vino, dijo: "Esta es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada, para remisión de sus pecados". Jesús les anunciaba su muerte, pero les dijo que no los dejaría solos, el Padre enviaría a su Espíritu Santo para que morara en ellos y les ayudara a comprender todas las cosas.
Compareció ante diversas autoridades, acusado de agitador, perturbador de la paz y blasfemo, pero nadie encontraba bases para condenarlo. Fue injuriado, insultado, torturado, escupido, burlado, azotado, pero ninguna palabra de queja salió de su boca. Se sometió humildemente, porque su amor hacia la humanidad era muy grande, tanto que lo sentía hacia sus propios fustigadores.
Lo llevaron al monte Calvario para ser crucificado. A él, que nunca había hecho mal alguno, pero cargaba con nuestros pecados, aun los de seres humanos que todavía no nacían. Jesús estaba pronto a recibir el castigo que nos correspondía a nosotros pecadores. Clavaron sus manos y sus pies al madero y le pusieron una corona de espinas, burlándose de él y él solo dijo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"

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