Jesús
escogió a doce hombres de diferentes estratos sociales, para enseñarles su
doctrina y para que le siguieran. Dondequiera que fuera con sus discípulos, las
multitudes les rodeaban para escucharlo y ver sus milagros. Sanaba enfermos,
hacía ver a los ciegos, caminar a los paralíticos y resucitaba muertos. La
enfermedad y la muerte, no tenían poder sobre él.
Muchos
creían en él como el esperado Mesías, pero muchos también pensaban que era un
revolucionario político que representaba un peligro para el gobierno. Aun en estos
días, hay escépticos que piensan que Jesús de Nazaret fue solo un gran profeta
o un gran filósofo. La mente humana es incapaz de comprender lo que viene de
Dios, porque esto ha de comprenderse espiritualmente y recordemos que el
hombre, sin Dios, está espiritualmente muerto.
Jesús
anduvo predicando y enseñando, haciendo milagros y proclamando su mensaje de
salvación por tres años en esta tierra. Llevó una vida perfecta, una vida sin
pecado, porque él era Dios mismo, puro y santo. El demostró que se pueden
vencer las tentaciones cuando se vive una vida con Dios como centro de todo. El
fue tentado por Satanás, como cualquier hombre, pero no cedió. Fue y es el
modelo a seguir para todo aquel que desee hacer la voluntad de Dios.
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