Elena
es una mujer que está a punto de cumplir los cincuenta, el medio siglo, el
tostón, como dicen en México. A medida de que se acerca la fecha, se pone más y
más histérica. Ella es una de esas mujeres que les horroriza la idea de
envejecer.
En
sus intentos por detener el paso del tiempo, invierte grandes cantidades de
dinero a costa del bolsillo de su pobre marido. Tratamientos rejuvenecedores,
revitalizadores, antiarrugas, etc. y hasta dos cirugías plásticas para poner
algunas cosas en su lugar, se ha practicado. Por supuesto que a nadie le dice
su verdadera edad y si a alguno de sus hijos o a su esposo, se le sale delante
de extraños, ¡pobre de él!...
El
pero enemigo de las mujeres como Elena, es su propio miedo a envejecer. Aunque
en estos tiempos la preocupación por la edad y la apariencia física, no se
limita solo a las mujeres...muchos varones también tienen esta preocupación.
Vivimos dentro de una sociedad que califica a las personas, más por su
apariencia física, que por sus valores morales. Los medios de comunicación han
establecido un patrón de belleza y juventud, que está fuera del alcance de la gran
mayoría. Nos muestran maniquíes vivientes de menos de 45 kilos, de cutis
perfecto y cabello esplendoroso, irradiando juventud a raudales. ¡Y qué decir
de la moda! Las modas de hoy mandan que las mujeres cada día muestren más de su
anatomía, como si esto fuese necesario para obtener una buena calificación como
mujer. Minifaldas hechas con diez centímetros de tela, ombligos de fuera... ¡y
qué trajes de baño, mostrando toda la retaguardia!, hay que tener cero
celulitis. Con esta moda hay que verse superdelgada, para no ofender la vista
de los demás y claro, hay que verse super joven también, cosa muy traumática
para muchas.
Bueno,
hay que cuidar la apariencia y tratar de mejorarla, eso es indiscutible, pero
debe ser de acuerdo a nuestra edad. Es patético ver a muchas cuarentonas y
hasta cincuentonas, disfrazadas de jovencitas. Pintadas como para carnaval, con
unas minis que dejan ver lo que antes fueron piernas y hasta con escotes en los
que los encantos del pasado, descendieron al abismo. El paso del tiempo debe
significar un atesoramiento de experiencias y sabiduría, que solo se adquieren
con los años. Hay que estar consciente y aceptarse tal como uno es, eso es
señal de madurez. Una persona que no se acepta a sí misma ni a su edad, es una
persona insatisfecha, nunca será feliz.
Para
afrontar con éxito el paso del tiempo, es necesario un buen equilibrio entre lo
interno y lo externo. De nada sirve tener una buena apariencia física y ser muy
joven, si se tiene un corazón arrugado por la amargura. No hay tratamiento de
belleza ni cirugía plástica que pueda corregir esto. Tenemos que aceptarnos a
nosotras mismas, tal como somos y los demás también nos aceptarán. Una persona
vale por lo que es, no por lo que aparenta ser, ni por lo que tenga, ni por lo
que haga...Cada etapa de la vida tiene su encanto y hay que disfrutarla en
plenitud. La juventud se lleva por dentro. Aunque pasen los años, si te sientes
joven, ¡eres joven!, porque la verdadera juventud se lleva en el corazón.
Angélica
García Sch.
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