Martha
tenía diez años cuando murió la madre de Luisa, su mejor amiga. En el funeral,
Luisa lloraba desesperadamente y Martha no sabía cómo consolarla. Mientras el
pastor predicaba, Martha imaginaba que no podría seguir viviendo si a quien enterraran
fuera su propia madre, no era capaz de concebir una vida sin ella. Sintió mucha
tristeza por su amiga Luisa, ¿cómo haría ella ahora para vivir sin su madre?
Después
del funeral, se fueron retirando todos del lugar. Martha se acercó a Luisa y le
dijo:
-
No
te preocupes, yo te prestaré a mamá, ella también puede ser tu mamá ahora… -
las dos niñas se abrazaron y lloraron juntas. Luego, cada quien tuvo que irse
con sus respectivas familias.
-
Esa
tarde, Martha le dijo a su abuela:
-
Abuelita,
tengo mucho miedo.
-
¿Por
qué mi niña?
-
Tengo
miedo de que mamá también se muera, ¡no sé qué haría sin ella!
-
No,
no tienes que pensar en eso, ella es joven y está sana, la mamá de Luisa era
una mujer muy enferma… Estas palabras tranquilizaron a la niña y la vida siguió
en paz y feliz para ella junto a su madre, su padre y su abuela. De vez en
cuando, la tía de Luisa llevaba a su sobrina a casa de Martha y cada vez que se
juntaban, Martha observaba a Luisa y se preguntaba cómo podía ser posible que
viviera sin su mamá, ¡cómo podía jugar, comer y hasta reír sin ella!
Pasó el tiempo, las niñas ya eran adolescentes y un día
Martha se atrevió a preguntarle a su amiga lo que desde hacía años significaba
una incógnita para ella.
-
Luisa,
¿cómo pudiste vivir el resto de tu infancia sin tu madre? Yo no podría haberlo
hecho sin mi mamá…
-
La
tristeza de su ausencia todavía existe en mí Martha, pero mi tía me ayudó mucho
a comprender y a asimilar lo que pasó, a pensar menos en mis propios
sentimientos y a aceptar la voluntad de Dios.
-
¿Pero
cómo puede ser la voluntad de Dios, dejar a una niña sin madre?
-
Martha,
Dios tuvo compasión de ella, la muerte no fue algo malo para ella, ella sufría
mucho por su enfermedad y yo también sufría al verla así, aunque no quería que
muriera, pero eso era algo egoísta de mi parte, porque solo pensaba en mí, en
la falta que ella me iba a hacer. Por fin comprendí que ella necesitaba
descansar de sus dolores y yo tenía que pensar menos en lo que necesitaba yo
misma.
-
¿Pero
entonces por qué Dios no la sanó? ¿Por qué no le quitó esos dolores y la dejó
viva y sana a tu lado?
-
Martita,
eso no lo sé, nadie puede conocer los designios de Dios, solo sé que no debemos
cuestionarlo porque Él sabe lo que hace y por qué lo hace.
-
Todavía
no lo entiendo… ¿Acaso Él no nos ama? ¿Por qué nos hace sufrir entonces?
-
No
Martha, él no quiere que suframos, pero en esta vida existe el dolor y las enfermedades
y muchas cosas malas… por causa del pecado de Adán es que heredamos todo eso,
ya lo sabes. Pero hay que pensar que nuestra vida aquí en la tierra es un
suspiro, como dice mi tía, la vida que realmente importa es la otra, la que
viene después de la muerte terrenal, porque esa vida es para toda la eternidad.
Mi mamá ahora está con Jesús y está
viviendo esa otra vida, donde no hay sufrimiento, ni enfermedad, ni dolor, ni
tristeza, por eso debo de estar contenta por ella, aunque la extrañe mucho.
-
Tienes
razón en todo lo que dices. Pero no toda la gente se va con Jesús después de
morir, entonces sí hay razón para estar triste. Porque no basta con creer en
Dios y ser buena persona para ir al cielo ¿verdad?
-
Así
es, pero ya nada podemos hacer por ellos, si en vida no quisieron aceptar el
gran regalo de la salvación de Cristo, no pueden tenerla, pues la rechazaron
por voluntad propia. Aquí y en esta vida
es cuando decidimos aceptar o rechazar ser salvos, después ya no hay ninguna
opción de hacerlo.
-
¡Qué
terrible! Cuánta gente se va de este mundo sin haber recibido a Cristo como su
Salvador, lo cual significa que no tendrán la vida eterna. Creo que los
cristianos deberíamos advertir a los demás de lo peligroso que es no tomar en
serio este asunto. Donde pasar la otra vida es más importante que dónde pasar
ésta. La gente se desvive por tener la mejor casa para vivir, el mejor carro,
la mejor ropa, siendo que nada nos llevaremos al morir, sin embargo, no se
preocupa de tener lo único que importa al dejar este mundo, que es el pasaje a
la vida eterna, el cual solo Jesús nos puede dar.
-
Así
es, la salvación de nuestras almas es lo que más nos debe importar en esta
vida, antes que todas las cosas materiales por las cuales a veces nos
desvivimos tanto y que son solo pasajeras. Por eso Jesús nos dejó una comisión,
una gran comisión, la de dar a conocer el evangelio a toda criatura, propagar
las buenas nuevas de salvación. Imagínate si mi mamá no hubiera sido salva,
¿cómo podría yo haber soportado su muerte, sabiendo que iba a un lugar de más
sufrimiento que el que tuvo aquí en la tierra?
-
Hubiera
sido algo terrible, pero gracias a Dios que ella tomó la mejor decisión de su
vida, cuando se propuso seguir a Cristo y ahora está junto a Él, en paz, sin
ningún sufrimiento ni dolor alguno. Tienes razón al estar contenta por ella,
aunque no la tengas contigo, pues sabes que está en el mejor lugar que podría
estar.
“Él
les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni
lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.” Apocalipsis
21:4 NVI
Angélica
García Sch.
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