“Yo
les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán
aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.” Juan 16:33 NVI
Era
un viernes por la tarde y llovía. Elvira miraba las gotas de lluvia resbalar
por su ventana, igual que por sus mejillas resbalaban sus lágrimas. No cabe
duda de que todos estamos expuestos a sorpresas insospechadas en esta vida. Cuando
el día anterior tocaron a la puerta y vio a aquellos policías preguntando por
su marido, lo que menos se imaginó era que lo buscaban para llevárselo detenido
y mucho menos por causa de su socio, al que ambos apreciaban mucho, pues
pensaban que era una buena persona.
Había
estado orando toda la noche, pidiéndole a Dios que se descubriera la verdad y
dejaran de implicar a su marido injustamente en ese fraude, en el que no había
tenido nada que ver. Había sido víctima del proceder deshonesto de su socio,
quien se había ido al extranjero con todo el dinero de la empresa, dejándolo
como único el culpable de estafar a muchísimos clientes. Elvira nunca antes
había vivido algo así, se sentía terriblemente angustiada por su marido y
también muy enojada con el causante de tal situación, sentía ganas de tenerlo
enfrente para decirle lo que pensaba de él y ¡para clavarle las uñas en la
cara! En esos momentos, no quería detenerse a reflexionar en lo que dice Dios
en Su Palabra acerca de la venganza y el perdón. ¡Cómo iba a perdonar a ese
canalla si el futuro de su marido, el suyo y el de sus hijos estaba a punto de derrumbarse!
Pasaron
los días y finalmente su marido fue sentenciado. Elvira no podía evitar
aborrecer con toda su alma a ese canalla que había defraudado a tanta gente y
había mandado a un inocente a la cárcel, dejando a su familia desamparada.
Elvira estaba llena de rencor, a medida de que pasaba el tiempo, se fue
olvidando de Dios, fue perdiendo la fe y su corazón se fue llenando de
amargura.
¿Alguna
vez has sentido deseos de venganza en contra de alguien que te ha hecho daño o
le ha hecho daño a alguno de tus seres queridos? Es normal y humano sentir
enojo contra el abuso, la injusticia y la maldad, pero no podemos dejarnos
dominar por ese sentimiento negativo. Tenemos que confiar en la justicia de
Dios.
Sabemos que para los que amamos a Dios, todas las cosas obran para bien y sí, es muy difícil comprenderlo cuando se está viviendo una tragedia o una injusticia como la del caso de Elvira, pero Dios no miente y tarde o temprano nos daremos cuenta de que Él, en su sabiduría, permite ciertas cosas que en su momento nos parecen terribles, para enseñarnos algo o para cumplir sus propósitos o incluso para librarnos de algo peor.
Sabemos que para los que amamos a Dios, todas las cosas obran para bien y sí, es muy difícil comprenderlo cuando se está viviendo una tragedia o una injusticia como la del caso de Elvira, pero Dios no miente y tarde o temprano nos daremos cuenta de que Él, en su sabiduría, permite ciertas cosas que en su momento nos parecen terribles, para enseñarnos algo o para cumplir sus propósitos o incluso para librarnos de algo peor.
“No
tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios,
porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor.” (Romanos
12:19 NVI) Es muy sensato creer en esta promesa que Pablo les recuerda a los
Romanos. Sabemos que la justicia del hombre falla, el hombre se equivoca, el
hombre no puede ver lo que Dios ve, Dios sabe todo lo que pasa, no hay casos
sin resolver para Él y no hay culpable que se quede sin sufrir las
consecuencias de sus actos.
David
tuvo muchos momentos de angustia durante su reinado, fue atacado, fue
traicionado por uno de sus propios hijos, pero él siempre clamó a Dios y Dios
siempre le respondió: “… pues me has librado de todas mis angustias, y mis ojos
han visto la derrota de mis enemigos.” (Salmo 54:7 NVI) David siempre acudió
con quien debía acudir en busca de ayuda y consuelo en los momentos difíciles.
Sigamos su ejemplo y pongamos toda nuestra confianza en Dios cuando seamos
traicionados o cuando seamos víctimas de una injusticia. El mismo Señor Jesús
fue víctima de la traición, traición que lo llevó a la tortura y a la muerte,
fue una injusticia muy grande la que se cometió con él, pero él soportó todo
con mansedumbre y no se llenó de ira, sino que perdonó a sus verdugos y se puso
en manos del Padre.
No
permitamos que la ira y el rencor nos domine, porque esto nos aleja de Dios,
tampoco nos dejemos vencer por la angustia, ni por la desesperación, sino que
pongamos toda nuestra confianza en el que todo lo puede, porque si de veras creemos
que Él todo lo puede, ¿qué nos puede preocupar?
“Ésta
es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su
voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones,
podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.” 1 Juan 5:14
Angélica
García Sch.
No hay comentarios:
Publicar un comentario